Los bancos empiezan a pensar en catastros digitales para agilizar trámites y evitar intermediarios

19.09.2018

El presidente del Banco Nación se quejó de la demora de los intermediarios cuando se da un crédito hipotecario. Los cambios que alterarán a la actividad

"Contratar a un escribano es del siglo pasado. Las propiedades deberían estar en un Catastro digital, en un registro, donde se pueda ver todo y se agilicen los trámites, y se cobren honorarios sensatos".

Con estas palabras, el presidente del Banco Nación, Javier González Fraga, manifestó el hartazgo que cierta burocracia atada al mundo inmobiliario hace que se demoren trámites fundamentales para la vida de cualquier ciudadano: acceder a un préstamo rápidamente para convertirse en propietario de una vez.

Unos minutos antes de esta declaración, el funcionario había manifestado ante un auditorio compuesto por unas 400 personas vinculadas al mercado del real estate que "de los 100 a 120 días que demora el otorgamiento de un crédito hipotecario, 55 se los llevan los tasadores, las escribanías. No veo el momento de tener un Catastro en la nube para que todo sea más rápido".

A tal punto fue el fastidio manifestado por González Fraga que fue más lejos y dijo que hasta habría que sacar las tasaciones -y, con ello, a los tasadores- de encima. En otras palabras, a todos los intermediarios, todavía actores excluyentes para que puedan cerrarse las actividades inmobiliarias porque así está regulado.

Mientras el sector privado analiza en qué consiste la transformación digital y algunas empresas se atreven a pensar las actividades de una manera distinta, en otros espacios se aferran a disposiciones del pasado, y anulan toda chance de cambio.

Y en tiempos donde cada vez más actividades cotidianas se pasan al mundo digital, como hacer una transferencia bancaria, pagar un impuesto o un servicio, o tramitar un certificado de buena conducta, que haya que depender de una persona para que convierta en público un documento privado con una firma y un costo siempre oneroso para quien lo paga, suena medieval. Tanto, como el origen de la actividad misma.

La manifestación tan contundente del presidente del Banco Nación es compartida por cualquier argentino que haya tenido que depender de manera excluyente de un escribano. Porque se depende de alguien que atiende con tiempos muy distintos a los 24 x 7 de la era digital. No es que deban extenderse por encima de las 8 horas contempladas por el derecho laboral, pero tampoco reducirse a cuatro o cinco, según el caso de que se trate.

"Hay países donde esta figura ya no existe más. Pero estamos lejos de avanzar con algo que suponga su eliminación", admitió González Fraga, no sin resignación. Porque ¿quién debería impulsar un catastro digital que permita, por ejemplo, una mayor agilidad de las operaciones bancarias?

Las dificultades son varias. No sólo porque las cosas que vienen del medioevo están casi grabadas en piedra. Que sólo puede ser horadada por la insistente caída de una gota. Entonces, ¿qué o quién podría ser el actor que impulse ese goteo que rompa esa piedra?

"Las presiones van a ser grandes", reconoció el propio funcionario, casi en un guiño de declaración. Pero deslizó, al mismo tiempo, que un actor como Mercado Libre bien podría desarrollar algún tipo de solución tecnológica que apuntara en esa dirección, a un catastro digital.

Si bien son los nuevos actores digitales los que suelen impulsar cambios de este tipo, con herramientas disruptivas, hoy hay un proceso de transformación en este sentido. Y está siendo impulsado por los actores gubernamentales. Aún a riesgo de generar malestares entre los actores del status quo notarial.

No hay dudas de que recurrir a un escribano es del siglo pasado. Más en este país. Hay provincias donde quienes logran ese título -luego de haberse recibido de abogados- sólo pueden obtenerlo por herencia. Y hay otros estados, como la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde hay cupos para tener el carnecito habilitante. Algo así como la misma licencia acotada que obtienen gremios como las de los taxistas.

Avanzar con un Catastro digital sería algo así como tener un Uber entre los expertos notariales. Porque todo el mundo tendría acceso a los planos, detalles, y demás información vinculado con una propiedad, sea una vivienda, un lote, un galpón, un campo.

Demasiados costos

Cuando se avanza con una actividad de compra-venta de un inmueble tiene que aparecer un tasador -que, según el caso, cobra por ponerle un precio a la propiedad- y en caso de avanzar la operación, se requiere de un escribano para dar fe pública de que eso que ocurre ante sus ojos es así. Y le pone su firma. Que cotiza a razón de 2% más IVA sobre el valor de una propiedad.

Si un departamento de 1 ambiente en una zona más o menos bien ubicada a estrenar cuesta unos u$s70.000, quien le ponga su rúbrica a la operación con un instrumento que estará muy lejos de ser un bolígrafo inventado en la Argentina, se llevará u$s1.400. ¿Algún famoso cotizará tan alto su autógrafo?

Está claro que el escribano no se lleva ese 2% limpio, sino que también deberá pagar todos los otros tributos involucrados en la operación. Pero no deja de ser un porcentaje que pesa en la factura final. Si ciertos procesos involucrados se simplificaran, se agilizaran, seguramente también debería ocurrir lo mismo con esos gastos. Los escribanos se defienden argumentando que los tributos y aranceles que cobran en ese porcentaje también benefician a los actores públicos incluidos en esa operatoria.

El costo suele ser bastante elevado para aquellos que deciden hacer el esfuerzo para avanzar en el proyecto de la casa propia. Al igual que la serie de puestos y demás montos involucrados en transacciones de este tipo. Los especialistas calculan que el total de todos estos extras terminan representando un 10% más del valor de la propiedad involucrada.

Y en operaciones inmobiliarias como las que impulsa el Banco Nación, donde el objetivo es colocar créditos hipotecarios UVA para que más personas puedan acceder a su vivienda, esos costos no son menores. Una vez más: a los notariales se los considera del siglo pasado, aunque vengan desde más lejos.

El tema comienza a tener visibilidad en tiempos en que desde todos lados se busca bajar gastos, sea por impuestos, por aranceles, por la maquinaria misma de la burocracia. Y la actividad inmobiliaria no está exenta de todos estos vicios.