Mitos sobre el cerebro que quizás crees y son falsos

29.10.2018

¿Has oído alguna vez que solo usamos el 10% de nuestro cerebro? ¿Que las personas más creativas tienen un hemisferio derecho dominante, mientras que las analíticas tienen más fuerza en el izquierdo? ¿Conoce a alguien que crea que por escuchar a Mozart será más listo, o que apunte a su hijo de tres años a decenas de actividades extraescolares para que despunte durante la vida adulta?

Es probable que sí, porque todas estas ideas son mitos sobre el cerebro. O, como escribe Francisco Mora, en -Mitos y verdades del cerebro- neuromitos. Este autor, doctor en medicina en la Universidad de Granada y doctor en neurociencia en la de Oxford, explica cómo, a la vez que se han producido enormes avances en neurociencias, se han seguido extendiendo, imparables, mentiras sobre el cerebro que para nada tienen sustento en evidencias científicas.

Aldoux Huxley escribió: "Una verdad sin interés puede quedar eclipsada por una falsedad emocionante". A lo largo de las 196 páginas de -Mitos y verdades del cerebro-, Francisco Mora cuenta qué es verdad y mentira sobre lo que se suele decir acerca de nuestro órgano más privilegiado y observado. También permite vislumbrar lo fascinantes que son su estudio, su naturaleza y las preguntas que quedan por responder.

Solo usamos el 10% del cerebro

Algunos sugieren que la mayoría del cerebro no se usa para nada

¿Cree usted que usamos todo el poder de nuestro cerebro? Probablemente no. Seguramente haya oído que solo usamos el 10% de nuestro cerebro, y quizás se le ocurran varias personas que parecen usar incluso un poco menos. Por eso quizás piense que, con los estímulos adecuados, nuestro privilegiado órgano puede convertirse en un supercomputador o dotarnos de capacidades increíbles, como la telepatía o la telequinesia.

Por desgracia, todo esto es una mentira o como algunos dicen ahora, una posverdad. Tal como escribe Francisco Mora, el éxito de esta mentira repetida hasta la saciedad radica en que difunde una idea atractiva: la de que es "posible mejorar intelectualmente" y, por tanto, avanzar para ser el mejor. Algo que resulta muy interesante en "una sociedad con tan altas tasas de competitividad constante entre sus miembros que empuja, ya a los niños -y por los padres-, hacia el aplauso social, a "ser el mejor", escribe Mora.

El origen de esta mentira descontrolada está en una conferencia del psicólogo William James, quien dijo que las personas normales, en sus quehaceres cotidianos, no llegan a usar más del 10% de su potencial intelectual. Con esto quería decir que esas personas no usan sus recursos mentales, por falta de entrenamiento o desarrollo, pero no que solo usasen una pequeña parte de su cerebro.

El cerebro, clave en la evolución

Tal como recuerda Francisco Mora, el cerebro es fruto de millones de años de evolución, a lo largo de los cuales ha aumentado de tamaño -se pasó de un órgano de 450 gramos en australopitecos a los 1.450 gramos actuales-. ¿Cómo se podría explicar que en los últimos cientos de miles de años hubiera aumentado su tamaño pero no se hubiera aprovechado el 90 % de su capacidad?

Nada sobra en el cerebro, según lo averiguado por los científicos

Aparte de ese argumento, el cerebro es un órgano extremadamente caro, en términos energéticos. Su peso asciende al 2% del total cuerpo, pero consume la energía obtenida con el 20% de todo el oxígeno que respiramos.

Además, si solo usáramos ese 10% tan repetido, ¿por qué el potencial sobrante no se usa cuando sufrimos enfermedades o lesiones para tapar los huecos?

El cerebro funciona como un todo

Lo que se sabe hasta ahora es que las acciones sensoriales y motoras (conducta), los procesos emocionales (sistema límbico), y las tareas cognitivas (conciencia y procesos mentales) requieren el reclutamiento de muchas áreas de la corteza cerebral, del cerebelo, de los ganglios basales, del encéfalo y de la médula espinal. Es decir, no hay zonas en las que el cerebro ponga el cartel de -cerrado por vacaciones-.

De hecho, se puede decir que usamos el 100% de nuestro cerebro: "Definitivamente, la totalidad anatómica del cerebro es necesaria durante las veinticuatro horas del día para ejercer las funciones cambiantes que tiene asignadas en aras de la supervivencia del individuo", escribe el neurocientífico.

El hemisferio derecho es el creativo

Según el mito, la mitad del cerebro es mucho más aburrida que la otra

Probablemente haya escuchado que las personas más creativas, intuitivas e imaginativas tienen un hemisferio cerebral derecho más fuerte, mientras que la gente analítica y racional tiene un hemisferio izquierdo dominante. Es tal nuestro afán de clasificar y poner etiquetas para todo, de dividir a las personas en categorías, que se da por sentado que quien es analítico no es creativo, y viceversa, o que no existen grises y puntos medios.

Pero, tal como escribe Francisco Mora, los dos hemisferios cerebrales están unidos por una conexión, el cuerpo calloso, que permite una constante transferencia de información y que hace que el cerebro prácticamente funcione como un todo.

Dos cerebros en uno

El origen del mito está en que en la mayoría de las personas, casi todas las redes neuronales que codifican el lenguaje, la lógica y las matemáticas están en el hemisferio izquierdo.

Por otra parte, en el hemisferio derecho se encuentran las funciones más holísticas, que requieren la asociación de redes distantes y que integran información cognitiva emocional y sensorial. Todas estas entran en juego con el dibujo, la pintura, la escultura, la música, el lenguaje y la lectura.

Pero Francisco Mora hace una distinción: "Debe quedar claro que la existencia de talentos y capacidades más afines o selectivas para las matemáticas que para el arte, o hacia las ciencias frentes a las letras, no viene correlacionada con la dominancia funcional de uno u otro hemisferio", escribe. "Sino con el rendimiento o fruto de la función conjunta final de ambos hemisferios y de su interacción con el ambiente familiar y la cultura en la que viven".

En definitiva, el cerebro funciona como un todo tanto en personas afines con los números como en personas más talentosas con la pintura.

Los tres primeros años te marcarán

Según el mito, conviene exponer a los bebés a conceptos, palabras, historias y percepciones complejas en esa etapa

¿Ha visto a alguna mamá o papá tratando que su hijo nonato se aficione a los conciertos de violín de Bach? ¿O a niños de dos a tres años apuntados a tantas actividades extraescolares que necesitarían una secretaria para organizar su agenda? Quizás sean víctimas del mito de que los primeros tres años de vida son absolutamente críticos para el desarrollo del cerebro, y que, por ello, hay que atiborrarles de estímulos.

Se considera que así se puede lograr que sean personas brillantes, inteligentes, exitosas y competitivas más adelante. Por ello, se les expone a todo tipo de estímulos sensoriales y emocionales, incluyendo conceptos, palabras, historias y percepciones complejas. Pero, tal como escribe Francisco Mora: "No hay ninguna evidencia científica que avale estas presunciones".

El cambiante cerebro del bebé

Es cierto que a esas edades se aprende. El cerebro sufre entonces profundos cambios en las conexiones y la forma de sus neuronas y otras células. La información contenida en los genes y todo lo que el niño toca, ve y oye, produce estas transformaciones.

Los bebés aprenden desde que nacen, pero van a su ritmo

En ese tiempo, el cerebro pasa de llegar a unos 400 ó 500 gramos, en el nacimiento, a alcanzar los 1.000 gramos a los tres años. A esa edad, el número de sinapsis en el cerebro crece a una tasa de entre 30.000 y 50.000 por segundo en cada centímetro cuadrado de la corteza cerebral.

Pero, según Francisco Mora, a estas edades, los niños se relacionan con el ambiente a través de las emociones y mecanismos básicos de refuerzo (placer y evitación del dolor), el afecto y el juego.

"El niño no posee códigos, mecanismos cerebrales, para captar lo abstracto, las ideas, los conceptos". Por tanto, concluye Mora: "En los primeros años, el niño debiera aprender especialmente de modo directo, de la propia naturaleza. A un niño de dos o tres años no se le debería enseñar qué es una flor más que en el campo, procurando que observe sus características, su color, forma, tacto, olor (...). Todo el aprendizaje del mundo sensorial motor del niño debería ser extraído de una realidad directa, y menos de fotografías, revistas, láminas, vídeos y libros"

No será hasta los seis o siete años, cuando podrá comenzar a comprender conceptos e ideas complejas.

Escuchar a Mozart te hace listo

No hay evidencias científicas que sugieran que escuchar a Mozart aumentará tu CI

No es lo mismo reconocer que uno se sabe de memoria el último éxito de Maluma que la -Eine kleine Nachtmusik- de Mozart. Parte de culpa la tiene un estudio publicado hace más de dos décadas en la prestigiosa revista Nature, en el que se concluyó que los universitarios que escucharon una sonata para piano del compositor vienés aumentaron temporalmente su capacidad intelectiva. Desde entonces, surgió el mito del -efecto Mozart-, según el cual la música de este prodigioso compositor puede potenciar la inteligencia.

Estudios posteriores han mostrado que, paradójicamente, el efecto Mozart no es exclusivo de la música de Mozart. Otros tipos de música agradables y placenteros -algunos excluirían a Maluma-, la lectura de pasajes de alto contenido emocional y una taza de café también pueden provocar esa activación.

En general, hoy se acepta que, de tener el -efecto Mozart- pequeñas consecuencias sobre el razonamiento abstracto o el procesamiento espacio-temporal, estas pueden ser activadas por cualesquiera estímulos que resulten -ligeramente excitantes-. Bastarán para activar el sistema nervioso autónomo y producir una respuesta de -despertar- o excitación agradable, tal como detalla Francisco Mora.

Los beneficios de tocar un instrumento

Otra cosa que se ha averiguado es que tocar un instrumento musical, es una actividad muy beneficiosa. Esta práctica requiere de la participación simultánea de áreas de la corteza relacionadas con la visión, la audición y el tacto, junto a áreas motoras. Por ello: "Repercute de modo positivo en las habilidades cognitivas de los niños, en particular en el lenguaje y los procesos atencionales. Pero también en la propia percepción y discriminación de estímulos además de en la memoria de trabajo y el control motor", escribe el autor de -Mitos y verdades del cerebro-.

El cerebro es un ordenador

Decir que el cerebro es como un ordenador es como comparar un invernadero de tomates con el planeta Tierra

Sabemos que el cerebro recibe información, que la procesa y que produce una respuesta. Por tanto, se puede decir que el cerebro funciona como un ordenador. Que quizás más adelante podamos fabricar una inteligencia artificial extremadamente refinada, que emule nuestro cerebro. ¿No?

Pues no. Al menos nada así lo indica, por el momento. "El ordenador es una máquina cuya estructura y funcionamiento se conocen totalmente (...). Por el contrario, el cerebro humano es un órgano cuyo funcionamiento "íntimo" no se conoce", escribe Francisco Mora.

Y prosigue: "El cerebro es el resultado biológico (no final) del proceso evolutivo, consecuencia de millones de años de azar y reajustes en ese duro banco "real" del prueba-error que es la naturaleza".

¿Se puede asemejar entonces un ingenio informático, cuyo origen se remonta, como mucho, a unos cien años, con un órgano elaborado por la naturaleza durante millones de años? ¿Se puede comparar la -inteligencia- del dispositivo donde usted está leyendo este artículo con su propia inteligencia?

Lo que hace único al cerebro

A pesar de todo lo que se sabe sobre neuronas y regiones cerebrales, el funcionamiento efectivo y como un todo del cerebro es desconocido. Se sabe que su complejidad es tal, que es capaz de ser "flexible y abierto" y de elaborar procesos mentales conscientes. El resultado es que es extremadamente versátil, y que no se comporta de la forma rígida y limitada de una máquina.

Por ejemplo, cada una de las 80.000 millones de neuronas que existen -unas pocas menos que estrellas hay en la Vía Láctea-, por término medio, en un cerebro, están decidiendo, computando y dialogando de forma dinámica con las otras neuronas en todo momento.

De hecho, y siguiendo lo escrito por Francisco Mora, cada conexión entre neuronas cambia constantemente su microestructura física y química, su funcionamiento y su anatomía, en períodos de 24 horas.

Al final, el trabajo de este complejísimo órgano logra -en la mayoría de los casos- que su poseedor permanezca vivo y consiga sus objetivos en un mundo complejo, peligroso y cambiante. ¿Qué ordenador tendríamos que construir para lograr lo mismo? ¿Cuál sería capaz de sentir emociones, evitar un accidente, analizar información y sacar conclusiones, tener nuevas ideas o amar?