Carlos Briones: “¿Vida extraterrestre? Sí, pero es muy improbable que sea inteligente”

21.09.2020

El astrobiólogo analiza en su nuevo libro "¿Estamos solos?" los avances en la búsqueda de organismos fuera de la Tierra

Carlos Briones es investigador del Centro de Astrobiología CSIC-INTA. Desde el año 2000 dirige un equipo que intenta desentrañar los misterios del origen y la evolución temprana de la vida, al tiempo que desarrolla biosensores para caracterizarla en nuestro planeta y buscarla fuera de él. Acaba de publicar un libro fascinante sobre una de las preguntas más profundas de la humanidad, que probablemente nuestra especie (u otras anteriores de nuestro linaje como homínidos) empezó a plantearse la primera noche que miramos al cielo estrellado. El interrogante, que da título al ensayo, tiene solo dos palabras: "¿Estamos solos?"

Sin intención de hacer "revelación", ¿cree que lo estamos?

Hasta ahora no tenemos ninguna evidencia de que exista vida fuera de la Tierra, pero el Cosmos es tan inmensamente grande y hay un número tan elevado de estrellas (aproximadamente uno seguido de 23 ceros en la región conocida del Universo) que las posibilidades de que no estemos solos resultan abrumadoras.

El reciente anuncio de la existencia de fosfano, un posible biomarcador, en las nubes de Venus, ha sido recibido con gran expectación. Precisamente, la posibilidad de que allí floten microorganismos ocupa algunas páginas de su libro.

Es un descubrimiento muy interesante, del que hemos hablado y escrito mucho durante los últimos días. Aunque la detección de fosfano es aparentemente correcta (quizá no en tanta cantidad como han publicado sus autores), la crítica principal que varios científicos hacemos es que esa molécula no es un auténtico biomarcador ya que se puede sintetizar químicamente, en ausencia de seres vivos. De hecho, existe también en las atmósferas de Júpiter y Saturno.

¿Y qué es lo que está pasando?

Lo más probable es que en las nubes de Venus esté ocurriendo algún proceso de química atmosférica o geoquímica que aún no conocemos, y que sea el responsable de la producción de dicho gas. Por tanto, a falta de encontrar biomarcadores genuinos, a día de hoy no podemos decir que se hayan detectado "señales de vida" en Venus.

¿Cambiará ese descubrimiento la forma en la que buscamos vida en el sistema solar?

Probablemente servirá para aumentar la investigación sobre la química del fosfano, y también para poner a Venus en el punto de mira de la astrobiología. La primera propuesta de que pudieran existir seres vivos en las nubes de su densa atmósfera es de 1967 y se la debemos a Harold Morowitz y Carl Sagan, pero esta posibilidad no ha sido explorada en detalle por ninguna de las misiones que han llegado exitosamente a este planeta. Quizá en la próxima década se haga realidad alguna de las nuevas propuestas de misión que ahora mismo tienen sobre la mesa la agencia espacial rusa, la NASA y la ESA.

¿Robará Venus protagonismo a otros mundos prometedores como Marte?

A pesar de este interés renovado por Venus, el planeta Marte y las lunas de los gigantes de gas que consideramos "mundos oceánicos" porque tienen mucha agua líquida bajo su superficie (como Europa, Encélado o Titán, este último con una interesante química orgánica superficial) siguen siendo los principales candidatos para encontrar otras vidas en el sistema solar.

"Encélado puede ser el mundo que nos dé más sorpresas"

Si estuviera en sus manos decidir dónde buscar, ¿adónde se dirigiría primero?

En mi opinión, esos mundos oceánicos serían las mejores opciones para encontrar vida que se esté desarrollando en la actualidad, mientras que Marte nos podría mostrar señales de vida pasada, ya extinta, que quizá se inició a la vez que comenzaba la evolución biológica en nuestro planeta hace entre 4.000 y 3.500 millones de años. Por tanto, mantendría los programas de exploración de Marte, pero enviaría nuevas misiones (además de las que ya están en desarrollo) a Europa y Titán. Y tendría a Encélado muy presente, ya que quizá es el lugar que más sorpresas pueda darnos.

La NASA lanzó en julio a Perseverance, un nuevo rover marciano, con el propósito de buscar vida en Marte. ¿Tendrá éxito?

Perseverance es la apuesta más ambiciosa de la NASA en la exploración de Marte. Gracias a sus complejos instrumentos, está capacitado para detectar señales de vida pasada, y además recogerá muestras del suelo y subsuelo del planeta rojo, que con la colaboración de otras dos misiones nos llegarán a la Tierra en 2031. Su análisis aquí será un hito en la historia de la exploración espacial. Creo que este conjunto de misiones será un éxito, independientemente de que permita encontrar vida o no.

De existir, ¿cómo sería?

Tendría la misma química que la nuestra... pero no necesariamente la misma bioquímica, por lo que es imposible aventurar cómo sería. Por otra parte, no olvidemos que ahora mismo están también "volando" hacia Marte otras dos misiones: una de la agencia espacial china (que incluye un orbitador, un aterrizador y un rover) y un orbitador de los Emiratos Árabes Unidos. Llegarán casi a la vez, en febrero de 2021, y ese será un momento de gran expectación. Más tarde, en 2022, despegará rumbo al planeta rojo ExoMars, la apuesta europea que ha sufrido varios retrasos pero esperamos que llegue con éxito un año después. No cabe duda: nuestro planeta está invadiendo Marte.

Si llegáramos a confirmar que la vida está hoy presente en Marte, ¿cómo deberíamos tratarla? ¿Podríamos seguir colonizando el planeta?

Buena pregunta. Sagan decía en su libro "Cosmos" (del que este año estamos celebrando el 40 aniversario y al que yo rindo homenaje en "¿Estamos solos?") que si hay microorganismos marcianos el planeta les pertenece a ellos. Tenemos mucho que hablar y acordar sobre las cuestiones bioéticas y geoéticas relacionadas con la exploración planetaria, y también acerca de la difícil convivencia entre exploración (científica) y explotación (de su vida o sus recursos mineros).

¿Sería prudente traer esos microorganismos a la Tierra?

Lo sería si mantenemos las necesarias medidas de contención que se agrupan bajo el campo de la "protección planetaria". De todos modos, la biología nos dice que microorganismos que no hubieran co-evolucionado con nosotros o con los animales de nuestro entorno (como sería el caso de los que eventualmente podría haber en Marte) no podrían ser infecciosos para nosotros. Este es un tema interesante, que la ciencia ficción no siempre ha tenido en cuenta.

En la Tierra tenemos organismos, como los hallados en Río Tinto o Etiopía, capaces de sobrevivir en condiciones muy extremas. ¿Qué nos enseñan?

El estudio de los microorganismos que denominamos genéricamente "extremófilos" (etimológicamente, "amantes de los extremos"), que han sido caracterizados en esos entornos y muchos más de nuestro planeta, nos muestra la gran capacidad de adaptación de la vida a parámetros como la temperatura, presión, nivel de radiación, acidez o salinidad. Simplificando, podríamos decir que siempre que haya una fuente de energía, agua líquida y moléculas con carbono... podrá haber vida, casi independientemente de las características físicas y químicas del medio. Esto, lógicamente, abre la puerta a la detección de vida en otros entornos extremos extraterrestres. Y a ello se dedica una de las líneas principales de la astrobiología.

"Puede que estemos solos, que no nos entendamos, que vivamos lejos... o que nos separe el tiempo"

Encontrar vida extraterrestre sería un acontecimiento que marcaría a la humanidad, pero encontrar vida que además fuera inteligente supondría una revolución aún mayor. ¿Cómo nos cambiaría?

Además del interés de la humanidad por encontrar otras vidas, muchas personas consideran que lo auténticamente relevante sería que algunas de esas vidas alienígenas tuvieran un grado de inteligencia similar al nuestro, y que por tanto nos fuese posible comunicarnos con "ellos". Pero no existe ninguna "tendencia" hacia la aparición de la inteligencia a partir del origen de la vida. La azarosa historia de la vida en la Tierra muestra que nuestra especie podría no haber aparecido nunca, y por tanto este punto azul pálido no tendría vida inteligente. Mirando hacia afuera, eso mismo podría haber ocurrido en otros planetas o satélites. Por tanto, es altamente improbable que existan otras vidas inteligentes, y que además estén a la distancia adecuada para que establezcamos un contacto. La ciencia ficción lo ha explorado en muchas ocasiones, y es fascinante leer esos libros o ver esas películas porque nos muestran una humanidad que se debe replantear su prepotencia y su relación con todo lo que le rodea.

El programa SETI dedicado a la búsqueda de otra civilización lleva más de 50 años en marcha y nada... Solo silencio. ¿Es una pérdida de tiempo?

Eso se han planteado muchos científicos y, de hecho, el programa SETI dejó de ser financiado por la NASA en 1993. Pero ha continuado activo, gracias a la inversión privada y a iniciativas como la de procesar la gran cantidad de información recibida por sus radiotelescopios utilizando los ordenadores de muchas personas entusiastas a lo largo y ancho del mundo. En la actualidad, el Instituto SETI trabaja en diversos campos de la astrofísica y la investigación espacial (por ejemplo, la búsqueda de planetas extrasolares) además de en enviar señales a otros posibles interlocutores o intentar captar lo que nos puedan transmitir.

¿Por qué no recibimos ninguna señal? ¿Están demasiado lejos, tienen otros códigos o simplemente no están?

En efecto, puede que estemos solos, que no nos entendamos, o que vivamos lejos. Otra alternativa sería que nuestras civilizaciones tecnológicas se hayan desarrollado en distintos momentos, y que por tanto sea el tiempo lo que nos separa. Fascinante, ¿verdad? Como decía antes, es muy poco probable que si existen otras vidas algunas sean inteligentes. Pero, una vez más, la inmensidad de Cosmos nos permite seguir soñando. Y no hay nada más humano que hacerlo.

"Nuestro futuro está en la Tierra. No hay planeta B"

¿Dónde está nuestro propio futuro? ¿Llegaremos alguna vez a vivir en un planeta B, como proponía Hawking?

Nuestro futuro está en la Tierra. Podremos llegar a establecer colonias en la Luna o en Marte durante las próximas décadas, y quizá en algún otro satélite del Sistema Solar a lo largo de los próximos siglos. Tal como decía Konstantín E. Tsiolkovski, padre de la cosmonáutica, "la Tierra es la cuna de la humanidad, pero no se puede vivir en una cuna para siempre". Somos exploradores, como eran los Homo antecesor que llegaron a Atapuerca hace un millón de años. Y seguiremos siéndolo... aunque sólo podremos enviar una avanzadilla de nuestra especie. Así, habrá pequeños grupos de personas (científicos, mineros o turistas) que vivirán durante más o menos tiempo en esos otros lugares, e incluso podrán nacer allí nuevos humanos. Pero la inmensa mayoría de la humanidad, los descendientes de los casi 8.000 millones de personas que somos actualmente, seguirán viviendo en esta canica azul, tan bella y a la vez tan frágil. Si no nos tomamos en serio cuidar la Tierra y luchar contra la contaminación y el cambio climático, puede que no sobrevivamos. Porque, a pesar de todo, en mi opinión no hay un "planeta B".