Tu amor me hace mal, pero no puedo dejarte

16.08.2022

Te duele y lo sabes. Sin embargo, allí estás: intentado revertir una situación que parece no tener vuelta atrás. En este artículo, hablamos de las posibles razones que explican por qué nos quedamos en relaciones que nos hacen mal.

El amor puede doler, pero ¿a veces no es demasiado? Todo el mundo te dice que termines tu relación. Que te hace mal. Que no es para ti. Y que estás sufriendo. En el fondo, sabes que difícilmente vas a poder obtener algo bonito de ese vínculo, pues el estado de la relación ha degenerado demasiado en los últimos meses. O al menos, lo agradable ya no resulta suficiente.

Sin embargo, pensar en tomar la decisión de alejarte te da vértigo. Te invaden una serie de miedos y pensamientos catastróficos del estilo: "Nunca más encontraré el amor", "¿cómo voy a seguir con mi vida?", "¿y si me arrepiento?".

Ahora bien, la teoría parece sencilla: si la relación no nos hace bien, lo mejor es tomar distancia. En la práctica, la cuestión se complica un poco más. En este artículo veremos las razones por las cuales nos cuesta tanto cortar un vínculo que nos está hiriendo.

Quedarse en un amor que duele: posibles causas

La dependencia emocional es una de las razones por las que no se cortan las relaciones tóxicas.
La dependencia emocional es una de las razones por las que no se cortan las relaciones tóxicas.

De por sí, aceptar que nuestra pareja ya no nos hace felices es un gran paso. Los proyectos y los sueños se van debilitando y eso nos genera mucha tristeza. A su vez, las heridas del pasado resurgen con toda su potencia.

Es natural sentir frustración, pues las cosas se están dando de una forma diferente a la que nos gustaría. Pero la relación pende de un hilo y lo sabemos. Sin embargo, allí estamos, intentando que ese hilo tan fino no se rompa. ¿Por qué nos quedamos en relaciones que nos duelen?

1. Porque nos han hecho creer que el amor verdadero tiene que doler

Las creencias acerca del amor romántico nos han hecho mucho daño. Las venimos aprendiendo desde que éramos pequeños. La butaca del cine nos quedaba gigantesca cuando vimos por primera vez a una princesa sufrir por amor. Nos moldeamos a partir de ideas irracionales y en base a ellas construimos las relaciones en nuestra adultez.

Si creemos que "si no duele no es amor real". Si consideramos que el amor auténtico debe vivirse con intensidad y provocar profundas heridas, es esperable que terminemos por normalizar el sufrimiento. Claro que las emociones displacenteras son parte de los vínculos, pero cuando ya no hay espacio para lo placentero o es mínimo, todo pierde sentido.

2. Porque nos aterroriza la idea de sentirnos solos

El miedo a la soledad o a no volver a encontrar una pareja representa una de las causas más habituales que explican por qué muchas veces nos mantenemos en vínculos que nos duelen. Tememos no tener a alguien que nos proteja y acompañe, sin advertir que incluso en pareja, nos sentimos solos.

En relaciones que llevan unos cuántos años esta sensación se hace más latente, pues la persona no recuerda cómo se sentía la soltería. A su vez, influye la connotación social negativa que hay en relación a esto: creemos que no estar en pareja es algo malo y que deberíamos evitarlo a cualquier costo. Erróneamente, asociamos la compañía al bienestar, y la soledad al malestar. No siempre es así.

"Paradójicamente, ser capaz de estar solo es la condición para ser capaz de amar". -Erich Fromm-

3. Porque nunca hemos tenido una relación sana

Si el único modelo de relación que conocemos es el que produce una alta dosis de sufrimiento, edificándose en base a dinámicas disfuncionales, acabaremos por naturalizar este tipo de vínculos. Pensaremos que no es posible construir un amor saludable y agradable.

Cuando la manipulación y el maltrato aparecen en la mayoría de los vínculos de los que hemos participado, lo común es que también los asumamos como parte de los nuevos. Lo mismo sucedería si nos hemos acostumbrado a las faltas de respeto o a las muestras de desinterés. Sospecharíamos que así son las relaciones.

4. Porque no creemos merecer un amor mejor

De la mano de una autoestima debilitada, podemos llegar a creer que no merecemos un amor mejor del que estamos viviendo. Por esto, nos terminamos conformando con una realidad tan dolorosa y miserable. La inseguridad en uno mismo se torna peligrosa, ya que a veces nos lleva a tolerar e incluso a justificar actitudes agresivas.

El amor propio prácticamente inexistente, junto a la culpa, puede impedirnos tomar la decisión de romper una relación de pareja. ¡Aunque aún no lo sientas, mereces un amor bonito!

5. Porque queremos evitar el dolor de la ruptura a toda costa

¿Alguna vez te has dicho "esta es la última vez que me enamoro", después de sufrir por una ruptura? El dolor que se siente al separarse de una persona a la que se quiere o se quiso mucho, es grande. Cuando nos sucede, nos prometemos a nosotros mismos jamás volver a pasar por lo mismo. Sin embargo, cuando la angustia merma, la absurda promesa se desvanece.

Optar por quedarnos en una relación por miedo al dolor producto del proceso de duelo es más habitual de lo que imaginas. Nos asusta la idea de atravesar una pérdida y tener que reinventarnos.

6. Porque nos preocupa el qué dirán

A menudo cargamos con una buena dosis de exigencias sociales, expectativas ajenas y mandatos familiares. Estas cuestiones influyen en las elecciones que hacemos a diario: desde cómo vestimos, qué persona elegimos como pareja y hasta cuándo prolongamos la relación.

En ocasiones, la preocupación por las opiniones de las personas que nos rodean es tan sólida que nos impide tomar una decisión alineada con nuestro bienestar. Pensamos "llevo menos de un año con mi pareja, ¿qué van a pensar mis padres si me separo?, o "mis amistades pensarán que hay algo malo en mí".

Desligarse por completo del qué dirán es prácticamente imposible. Sin embargo, recuerda que hagas lo que hagas, el resto siempre tendrá algo para decir.

"Vida. Mi historia a través de la Historia", estará en las librerías este martes 19. Aquí cuenta cómo despistaba a los servicios secretos en la dictadura de Videla, cómo hizo disfrazarse a un joven de sacerdote y le dio sus documentos y el llamativo modo en que invocó a Cristo en la pandemia.

Aunque es cierto que nadie puede ser feliz todos los días, hay algo más importante: estar bien con nosotros mismos. Lograrlo, pasa por tener en cuenta una serie de dimensiones con las que ayudar al cerebro a entrenarse en autoestima y un pensamiento más flexible.