¿Quién maneja la batuta? El debate sobre los agregados monetarios y la política económica en Argentina

19.09.2025

El manejo de los agregados monetarios es un campo de batalla teórico que ha definido, y a veces desestabilizado, la política económica de las últimas décadas en Argentina. Desde los intentos de control del kirchnerismo hasta la dolarización propuesta por Milei, el debate se centra en un dilema fundamental: ¿debería el Estado fijar la cantidad de dinero en circulación o su precio (la tasa de interés)? Esta nota explora cómo las distintas presidencias se han enfrentado a esta pregunta, con consecuencias que aún hoy resuenan.

La sinfonía de la economía: ¿cantidad o precio?

En el vasto universo de la macroeconomía, los agregados monetarios, como el famoso M2 privado, funcionan como termómetros de la actividad económica. El M2, que incluye el efectivo en manos del público, los depósitos a la vista y las cajas de ahorro, mide la liquidez disponible para el consumo y la inversión. Sin embargo, y aquí radica una de las primeras lecciones clave, un agregado monetario no es un instrumento directo que un banco central pueda simplemente "prender" o "apagar". Es, en cambio, un objetivo intermedio, una pieza del engranaje que un banco central manipula indirectamente para alcanzar su meta final: la estabilidad de precios.

Para lograrlo, los bancos centrales tienen dos enfoques principales:

Controlar el precio: La estrategia más común hoy en día es manipular la tasa de interés de corto plazo. Al subir la tasa, el Banco Central hace que el dinero sea más caro, desincentivando el crédito y el consumo, lo que enfría la economía y ayuda a controlar la inflación. Si se baja la tasa, se busca el efecto contrario: estimular el crecimiento.

Controlar la cantidad: Una estrategia más antigua, popularizada en su momento por la Reserva Federal de Paul Volcker en los Estados Unidos, consistía en fijar una meta para la cantidad de dinero en circulación. Si la demanda de dinero crecía por encima de esa meta, el sistema generaba una presión al alza sobre las tasas de interés de forma automática. Este enfoque, aunque efectivo para frenar la inflación, trajo consigo una volatilidad extrema en las tasas que las economías modernas terminaron por rechazar.

Estos dos enfoques son, en teoría, dos caras de la misma moneda. Cualquier trayectoria de la tasa de interés tiene una trayectoria equivalente para la cantidad de dinero. Sin embargo, en la práctica, las cosas se complican. La elección de uno u otro método depende de la credibilidad del Banco Central, la estructura de la economía y, sobre todo, la estabilidad de la demanda de dinero.

Un viaje a través de la política monetaria argentina

El debate sobre cómo manejar la política monetaria ha sido un hilo conductor en la historia económica argentina reciente. Cada gobierno, con sus aciertos y errores, ha abordado este desafío desde una perspectiva diferente.


Kirchnerismo (2003-2015): La cantidad como norte

Durante gran parte del kirchnerismo, especialmente en los años de Cristina Fernández de Kirchner, el foco estuvo en una expansión monetaria constante. La idea era inyectar liquidez en la economía para estimular el consumo y el crecimiento. El Banco Central, en este período, no tenía una meta clara de control de la inflación y las tasas de interés se mantenían artificialmente bajas. El resultado fue una aceleración inflacionaria progresiva que, si bien convivió con el crecimiento del PBI, terminó por descontrolarse. La política de emisión, en este caso, buscaba ser el instrumento directo de la política económica, sin una regla clara que la atara a un objetivo de estabilidad.

Macri (2015-2019): Metas de inflación, una apuesta fallida

El gobierno de Mauricio Macri llegó al poder con una promesa: dominar la inflación. Su estrategia fue adoptar un esquema de metas de inflación, similar al que se utiliza en la mayoría de los países desarrollados. En lugar de controlar la cantidad de dinero, el Banco Central, bajo la presidencia de Federico Sturzenegger, se concentró en subir la tasa de interés para encarecer el crédito y enfriar la economía. Aunque este enfoque es considerado la "mejor práctica" global, en Argentina se encontró con obstáculos insalvables: una alta inercia inflacionaria, la desconfianza en el peso y una economía con un alto déficit fiscal. La volatilidad de las tasas de interés terminó siendo un problema y la meta de inflación fue reiteradamente incumplida, lo que minó la credibilidad de la política.

Alberto Fernández-Cristina Fernández-Massa (2019-2023): El regreso del desorden

El retorno del peronismo al poder marcó una vuelta a la expansión monetaria. A pesar de los intentos iniciales de moderación, la combinación de la pandemia de COVID-19 y la presión por financiar el gasto público llevaron a una emisión descontrolada. El Banco Central volvió a perder su autonomía y se convirtió en una caja chica del Tesoro. El ministro Sergio Massa, en la última etapa del gobierno, intentó un enfoque más pragmático con un aumento brutal de las tasas de interés y una coordinación más estricta con el FMI. Sin embargo, la confianza en el peso ya estaba por los suelos y la inflación se disparó a niveles récord. Este período mostró de manera dramática cómo la falta de una regla clara y la subordinación de la política monetaria a la fiscal llevan a la pérdida de control total.

Milei (2023-Actualidad): El grito de la dolarización

El gobierno de Javier Milei irrumpió en la escena con una crítica radical a todos los enfoques anteriores. Su diagnóstico es que el problema no reside en la elección de la cantidad o el precio, sino en la existencia misma de la moneda nacional, el peso. Su propuesta de dolarización es el último eslabón de este debate. Al eliminar el peso y adoptar el dólar, se elimina la capacidad del Banco Central para emitir, y por lo tanto, el problema de la inflación. En este esquema, el control sobre los agregados monetarios y las tasas de interés pasaría a ser responsabilidad de la Reserva Federal de los Estados Unidos. Aunque esta propuesta se ha pospuesto, el gobierno de Milei ha iniciado una política de ajuste fiscal y de control de la base monetaria sin precedentes para intentar estabilizar la economía.

La lección final: ¿qué funciona mejor?

La experiencia de las últimas décadas en Argentina nos deja una conclusión contundente: no existe una fórmula mágica. La elección entre controlar la cantidad de dinero o su precio no es un dogma, sino una herramienta que debe ser adaptada a la realidad. Los éxitos de países como Alemania y Suiza en el pasado con el control de los agregados monetarios sugieren que, en un contexto de alta inflación y baja credibilidad, una regla monetaria estricta puede funcionar. Permite un monitoreo más sencillo y transmite un mensaje de disciplina.

Sin embargo, el fracaso de los intentos de Argentina con las metas de inflación y el control de los agregados monetarios demuestra que, por encima de cualquier teoría, se necesita consistencia y credibilidad. La lección más importante de cualquier proceso de estabilización exitoso es ser claro, consistente y explícito sobre el objetivo final (el "qué"), pero ser pragmático y flexible en la forma de llegar a él (el "cómo").

El futuro de la política monetaria en Argentina sigue en debate. ¿Será la dolarización la solución definitiva o volveremos a ver nuevos intentos de control del peso? El camino que se elija, sin duda, definirá el destino de la economía en los próximos años.

Aníbal Sebastián Mercaich; Economista

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