43 años después: el plan de ajuste de Martínez de Hoz que dejó al país en bancarrota

02.04.2019

El 2 de abril de 1976, el ministro de Economía de la dictadura anunció la liberación de precios, el congelamiento de salarios, los acuerdos con el FMI y el Banco Mundial y la suspensión de toda negociación salarial entre sindicalistas y empresarios. Los entretelones de cómo se tejió la caída de Isabel y la historia que llevó a "Joe" al poder

José Alfredo Martínez de Hoz y Jorge Rafael Videla (Foto: Télam)

En 1973, Acindar era la principal acería del país. Instalada en Villa Constitución, era propiedad de la familia Acevedo y la US Steel Company: en reunión de directorio decidieron colocar como presidente a José Alfredo Martínez de Hoz Cárcano. Tenía por entonces 47 años, varios campos, cuatro hijos, un título de abogado con medalla de honor y muchos fusiles de caza mayor. Como ministro de Economía se había estrenado a los 37, cuando un golpe militar había mandado a Arturo Frondizi preso a la isla de Martín García y colocado en la Casa Rosada al ignoto diputado por Río Negro José María Guido.

Su padre había presidido la Sociedad Rural Argentina en tiempos del primer peronismo. Además del trato con los grandes estancieros, Joe -como lo llamaban sus amigos- había heredado un trato fluido con la banca internacional y era hombre de consulta de los generales.

Emilio Massera y Héctor Fautario ya estaban al frente de la Armada y la Aeronáutica respectivamente, nombrados por el propio Juan Perón. En agosto de ese 1975, Isabelita nombró jefe del Ejército a Jorge Rafael Videla, un general de Brigada de escasos antecedentes pero determinado a encabezar un nuevo golpe.

Salir de Cacería

Martínez de Hoz estaba cazando leones en un safari en África en el momento en que la viuda de Perón fue reemplazada por Luder. Un día, en el lugar donde dormía antes de salir de caza mayor, le avisaron que había recibido un llamado telefónico desde Buenos Aires. Se tranquilizó cuando supo que era de un emisario de Videla y no de su familia, ya que su padre estaba muy mal de salud. Devolvió el llamado y supo que los comandantes querían escuchar su opinión sobre cuál debía ser el curso de la economía.

Volvió a la Argentina y se reunió con Videla y otros jefes militares. Les dio sus impresiones, esbozó un programa y Videla le dijo: "Es un buen plan, y usted lo tiene que llevar a cabo".

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Plan de ajuste y represión

El viernes 2 de abril de 1976 Martínez de Hoz se retrasó: la cadena nacional debía ir de nueve a diez de la noche, pero el ministro empezó a las diez y siete minutos, diciendo que no quería extenderse con cuestiones técnicas. Sin embargo, el discurso duró dos horas y media. Su voz resultaba cansina, y los datos apuntaban a justificar la liberación de precios, el congelamiento de salarios y los acuerdos con el FMI, el Banco Mundial y los capitales golondrinas.

Ese mismo día los combustibles y las tarifas aumentaron el 30%. Con respecto a los ingresos, dijo que "teniendo en cuenta el contexto de un programa de contención de la inflación, se suspenderá toda actividad de negociación salarial entre sindicalistas y empresarios, así como todo proceso de reajuste automático periódico de los salarios".

Aclaró que más adelante los aumentos provendrían de "la mayor productividad global de la economía", pero que mientras tanto los aumentos "los fijará periódicamente el Estado".

Martínez de Hoz y David Rockefeller

Con ojeras, traje gris topo y la camisa un talle más grande, anunció derogaciones múltiples: de la nacionalización de los depósitos bancarios, de la ley de inversiones extranjeras y del monopolio estatal de las juntas nacionales de Carnes y Granos.

Todo debía regirse por las leyes del mercado. El dólar, sin embargo, seguiría bajo control estatal. Habría tres cotizaciones: una oficial a precio fijo, otra fluctuante accesible al público en casas de cambio y una tercera para operaciones de comercio exterior: el ministro anunció "una paridad mixta", consistente en una mezcla de distintas proporciones de dólares baratos y caros para cada producto. Hubo dos rubros con dólar subsidiado -de 140 pesos-: la importación de combustibles y de papel prensa. Era una buena manera de llevarse bien con los dueños de diarios y con los petroleros.

En esos días, el Ministerio de Economía decidió que las cuentas nacionales -hasta entonces públicas y accesibles a cualquier ciudadano- se convertirían en información reservada. Marzo de 1976 fue la última vez en que se difundió, por ejemplo, la participación de los asalariados en el producto bruto interno nacional.

Los diarios, bajo control directo o indirecto de los dictadores, solo publicaban opiniones favorables al tiempo que ocultaban lo que sucedía. El primer número de la revista Somos salió a la luz el 24 de septiembre de 1976: mostraba en la tapa una foto de Martínez de Hoz y el título era: "El dueño de la esperanza".

La versión de Walsh

Otra campana la daba Rodolfo Walsh: en los despachos -copiados a mimeógrafo- de la Agencia Clandestina de Noticas (ANCLA) en noviembre de 1976 decía:

"Desde abril, Martínez de Hoz liberó los precios, congeló los salarios, derogó la legislación laboral sancionada a lo largo de medio siglo de luchas obreras, anunció la desnacionalización de todas las empresas estatales que no guardaran directa vinculación con la defensa, preparó una ley de radicación de capitales que coloca a los inversores extranjeros en las mismas condiciones que los argentinos y suprime las trabas para la remesa de utilidades, eliminó el derecho de huelga que puede ser castigado con prisión de 10 años, anuló las preferencias impositivas y crediticias para las pequeñas y medianas empresas nacionales, despejó de gravámenes la importación de bienes que se producen en la Argentina, viajó a Estados Unidos, Europa y Japón en procura de créditos para responder a los vencimientos inmediatos de la apremiante deuda externa de 12.000 millones de dólares, firmó un acuerdo de stand by con el FMI, inició un plan de despidos de agentes estatales que creará casi un millón de nuevos desocupados sobre una población laboral activa de poco más de seis millones, elevó en cinco años la edad necesaria para jubilarse y redujo los haberes que se pagan a los ancianos retirados del trabajo. De este modo precipitó un agudísimo cuadro recesivo, en el que la industria trabaja a menos del 50% de su capacidad y los asalariados ven reducidos sus ingresos reales a la mitad de lo que valían en 1960. Un millón de argentinos no tienen empleos y la inflación sigue superando holgadamente a la que cualquier otro país del mundo con un índice mayor del 500% anual".

Rodolfo Walsh escribió: "Martínez de Hoz liberó los precios, congeló los salarios, derogó la legislación laboral sancionada a lo largo de medio siglo de luchas obreras"

En 1976 la participación de los asalariados pasó del 46,9 por ciento -en 1974 y 1975- al 35 por ciento.

La Junta Militar y el equipo económico de Martínez de Hoz guardaron celosamente esta información, que sólo pudo ser reconstruida a posteriori por fuentes privadas en base al trabajo de técnicos del Banco Central. Hasta tal punto eran secretos los datos de la caída del salario real y la participación de los asalariados en el producto nacional que, tiempo después, cuando un anuario estadístico de Naciones Unidas publicó las cifras -tomadas extraoficialmente de los registros del Banco Central-, el gobierno las desmintió. Entonces Naciones Unidas tuvo que retirar el anuario estadístico de circulación y reemplazarlo por otro que decía "Argentina s/d (sin datos)".

La bicicleta financiera

Años después, el economista Jorge Schwarzer estimó que "un dólar colocado en pesos el primero de abril de 1976 y vuelto a cambiar a dólares un año después arrojó un beneficio real de 150 por ciento sin mayores riesgos dado que las operaciones efectuadas en el mercado financiero local gozaban de garantía estatal".

La deuda externa crecía, las exportaciones bajaban, los dólares se iban al exterior en importaciones de bienes terminados y viajes de turismo. A fines de 1978, los petrodólares ya eran cosas del pasado, y se fugaron el 25% de los depósitos bancarios. Los bancos empezaron a temblar y varios de ellos cerraron. El golpe de gracia fue el cierre del Banco de Intercambio Regional (BIR), por entonces de primera línea, cuyo dueño era José Trozzo, miembro del Opus Dei. Trozzo se fugó a México y dejó decenas de miles de damnificados que debieron hacer juicio para que el Banco Central cubriera parte de sus activos. La caída del BIR aceleró el relevo de la dupla Videla- Martínez de Hoz.

En marzo de 1981 Roberto Viola reemplazó a Videla en la presidencia y nombró en Economía a Lorenzo Sigaut. Dada la gran inestabilidad de la divisa norteamericana, el flamante ministro dispuso el fin de "la tablita". El dólar flotaría "libremente".

Para dar confianza a los incautos inversores, Sigaut emitió una desafortunada frase que, en vez de convertirlo en una celebridad, lo puso en la galería de las ridiculeces argentinas: "El que apuesta al dólar pierde", dijo.

A los pocos días, el dólar trepaba un 30%. Y siguió la devaluación del peso argentino. También la recesión.

Nueve meses después llegaba el fin de la dupla Viola-Sigaut. Eso sí, estatizaron la deuda externa privada en esos meses: unos 14.500 millones de dólares de compañías de primera línea habían tomado créditos con "la tablita" de Martínez de Hoz fueron asumidos por el Estado. Entre las grandes empresas beneficiadas estaba, por supuesto, Acindar, aquella que en 1973 había puesto a Martínez de Hoz como presidente.

Info: Eduardo Anguita - Daniel Cecchini