Argentina y la trampa del populismo económico: un viaje en cuatro fases

12.09.2025

La historia económica de Argentina es un ejemplo del populismo económico, un modelo que prioriza la redistribución de ingresos y el pleno empleo a través de políticas expansivas. Inspirado en la filosofía de Juan Domingo Perón, este enfoque busca el crecimiento a corto plazo a expensas de las restricciones fiscales, llevando a ciclos recurrentes de crisis, inflación y estancamiento. Este patrón se ha repetido en gobiernos posteriores, como el kirchnerismo, Macri y Milei, consolidando una tendencia histórica hacia la inestabilidad.

La historia económica de Argentina es un reflejo, casi perfecto, de un ciclo que ha sido teorizado y documentado en otras partes del mundo. Un ciclo que, aunque promete bienestar y crecimiento a corto plazo, invariablemente termina en crisis, inestabilidad y una caída drástica del nivel de vida. Hablamos del populismo económico. Este modelo, que busca la redistribución del ingreso y el pleno empleo a través de políticas expansivas, ha sido una constante en la política argentina, dejando su huella en cada uno de los gobiernos que han abrazado sus principios.

La famosa frase de Juan Domingo Perón a su par chileno, Carlos Ibáñez del Campo, en 1953: "Dé al pueblo, especialmente a los trabajadores, todo lo que pueda. Cuando le parezca que les da mucho, dele más. Verá el efecto. Todos tratarán de asustarlo con el fantasma de la economía. Es todo mentira. Nada hay más elástico que esa economía que todos temen tanto porque no la conocen", encapsula una filosofía económica que, aunque seductora, ha demostrado ser un camino recurrente hacia la crisis en la historia argentina. Este enfoque, que prioriza la expansión del gasto y el aumento de salarios por encima de las restricciones fiscales y externas, se alinea con el modelo populista descripto por los economistas Rudiger Dornbusch y Sebastian Edwards. Examinar la experiencia peronista de la posguerra no solo nos ayuda a entender las causas de la inflación crónica y los ciclos de estanflación en la Argentina, sino que también nos permite trazar paralelismos asombrosos con las políticas implementadas por gobiernos posteriores, desde el kirchnerismo hasta Macri y Milei.

Perón y las cuatro fases del populismo económico

La historia económica argentina de 1943 a 1952, tal como la analizan Domingo Felipe Cavallo y Sonia Cavallo Runde en su libro "Historia económica de la Argentina", se puede leer como un manual de las cuatro fases del populismo descritas por Dornbusch y Edwards.

Fase 1: El auge inicial (1943-1948).

Al asumir el poder, los gobiernos populistas se lanzan a implementar programas ambiciosos. La primera fase es de optimismo y éxito aparente. Los salarios suben, el empleo crece y la economía parece florecer. La inflación, ese eterno fantasma argentino, se mantiene a raya con controles de precios y tarifas, mientras que la escasez de bienes se soluciona con un aumento de las importaciones, financiadas por las reservas internacionales o el endeudamiento.

Al igual que el modelo teórico, la primera etapa del peronismo fue un período de prosperidad superficial. Los salarios reales y el empleo crecieron significativamente. La expansión monetaria para financiar el gasto público se combinó con el uso de las reservas acumuladas durante la guerra. La inflación, inicialmente contenida, parecía no ser un problema, lo que dio la impresión de que las políticas eran un rotundo éxito. La economía parecía ser tan "elástica" como Perón le había prometido a Ibáñez del Campo.

Fase 2: El cuello de botella (1949).

Sin embargo, la fiesta no dura para siempre. La fuerte expansión de la demanda de bienes nacionales, sumada a una creciente escasez de divisas, comienza a generar cuellos de botella en la economía. Los inventarios se agotan, la producción interna no da abasto y la inflación empieza a acelerarse. Se vuelve inevitable una devaluación, aunque se intenta postergar a través de controles de cambios más estrictos y un mayor proteccionismo. Los salarios, por su parte, intentan seguir el ritmo de la suba de precios, pero la brecha entre el dólar oficial y los paralelos comienza a ser cada vez más grande. Los subsidios generalizados al consumo y a los servicios públicos, una herramienta central de los gobiernos populistas para mantener la popularidad, empeoran el déficit fiscal.

La fiesta no duró mucho. En 1949, la economía empezó a mostrar señales de agotamiento. El crecimiento de la demanda interna chocó con la falta de divisas para importar. Las reservas se agotaron, y el gobierno se vio forzado a devaluar y a imponer más controles sobre las importaciones. La inflación se disparó, pero los salarios nominales intentaron seguirle el paso, lo que exacerbó el problema. La brecha entre el dólar oficial y el paralelo se disparó, evidenciando una crisis de balanza de pagos inminente.

Fase 3: El descontrol y la estanflación (1950-1952).

La situación se vuelve insostenible. La escasez de bienes es generalizada, la inflación se dispara a niveles extremos y la brecha cambiaria se amplía sin control. Los ciudadanos, ante la pérdida de valor de su moneda, buscan refugio en el dólar, lo que acelera la fuga de capitales y la desmonetización de la economía. El déficit fiscal se vuelve incontrolable, ya que la recaudación cae y los costos de los subsidios aumentan con la inflación. El gobierno, en un intento desesperado por contener la crisis, recurre a ajustes y recortes de subsidios, lo que provoca una caída masiva de los salarios reales y un aumento de la inestabilidad política.

La situación se deterioró aún más. La escasez se generalizó, y la inflación alcanzó niveles récord para la época (38.6% en 1952), a la vez que el PBI per cápita caía drásticamente. Esta combinación de inflación y estancamiento, la estanflación, era un fenómeno casi desconocido para los argentinos de entonces, pero se convertiría en una constante en las décadas siguientes. Los ajustes de Gómez Morales, como la devaluación y el control de importaciones, fueron insuficientes para revertir la tendencia, que se vio agravada por una severa sequía y políticas que desincentivaron la producción agrícola. Los salarios reales cayeron masivamente, desvaneciendo las ganancias iniciales.

Fase 4: La corrección ortodoxa y sus consecuencias. La caída y la crisis.

El ciclo concluye con un cambio de gobierno y la implementación de un programa de estabilización ortodoxo, a menudo en colaboración con el Fondo Monetario Internacional (FMI). La mayoría de las veces, esta corrección implica una devaluación brutal, una reducción drástica del gasto público y la eliminación de subsidios. El costo social es enorme: los salarios reales se desploman a un nivel incluso más bajo que cuando comenzó el ciclo populista.

Aunque el derrocamiento de Perón en 1955 no se debió únicamente a la crisis económica, esta fue un factor clave que generó un descontento social y político que hizo insostenible su gobierno. La "estabilización ortodoxa" y los programas del FMI que vinieron después, una característica común de esta fase, se implementaron bajo gobiernos militares y democráticos posteriores, intentando revertir el desequilibrio heredado.

La historia se repite: comparando a Perón con los gobiernos recientes

La "historia económica" de Perón no es un caso aislado, sino el arquetipo de un ciclo populista que se ha repetido con variantes en la política argentina.

El kirchnerismo (2003-2015). El primer gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007) se benefició de un contexto internacional favorable con precios récord de las materias primas. Esto le permitió un gran crecimiento y un superávit fiscal y comercial, siguiendo la "fase 1" del populismo. Sin embargo, los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015) entraron en las fases 2 y 3. La expansión del gasto público, la emisión monetaria, los controles de precios y cambiarios ("cepo") y las políticas que castigaban al sector agroexportador, llevaron a una alta inflación, a la caída de las reservas y a la estanflación. El gobierno de Alberto Fernandez-Cristina Fernández-Massa (2019-2023) enfrentó un escenario similar, con un aumento del déficit fiscal, emisión monetaria descontrolada y una aceleración de la inflación que superó el 200%.

El gobierno de Macri (2015-2019). La presidencia de Mauricio Macri puede verse como un intento de saltar a la "fase 4" sin pasar por el colapso político completo. Su gobierno intentó una "estabilización ortodoxa" con un gradualismo fiscal y monetario, pero no logró resolver la crisis heredada. La apertura de la economía se combinó con una deuda externa creciente y una inflación que nunca cedió. El retorno al FMI y la crisis de 2018 marcaron el fracaso de esa transición, demostrando la dificultad de romper el ciclo sin una base social y política consolidada.

El gobierno de Milei (2023-presente). El actual gobierno de Javier Milei es una respuesta directa al colapso económico del kirchnerismo y un intento de romper drásticamente con el ciclo. Su plan de "shock" fiscal y monetario busca saltar directamente a la fase 4, con una reducción drástica del gasto público para eliminar el déficit fiscal y la emisión monetaria. Sin embargo, este enfoque ha provocado una caída masiva del salario real y un aumento de la pobreza en el corto plazo, generando un fuerte debate sobre si el costo social de la "estabilización" es sostenible o si podría desencadenar la "fase 4" con un cambio político violento como advierten Dornbusch y Edwards.

Conclusión

La frase de Perón sobre la "economía elástica" es más que un simple aforismo; es el resumen de una filosofía que ha marcado la historia económica de Argentina. La lección del pasado es clara: la expansión del gasto sin un sustento productivo y el uso de la emisión monetaria para financiar déficits conducen, inevitablemente, a la inflación y a una crisis de balanza de pagos. Cada gobierno, desde Perón hasta el presente, ha enfrentado el mismo dilema: ¿priorizar el gasto social y la expansión en el corto plazo, arriesgando una crisis en el futuro, o aplicar medidas de austeridad para estabilizar la economía, con el costo social y político que eso conlleva? La historia muestra que el primer camino ha sido el más transitado y el que ha llevado a Argentina a un ciclo interminable de auge y colapso.

¿Podrá el gobierno actual romper con este patrón y finalmente estabilizar la economía de forma sostenible? O, por el contrario, ¿estamos presenciando una nueva iteración de un drama que ya conocemos?

Aníbal Sebastián Mercaich; Economista

Bibliografía

Domingo Felipe Cavallo y Sonia Cavallo Runde, Historia económica de la Argentina (El Ateneo, 2018), 210–215.

Rudiger Dornbusch and Sebastian Edwards, "The Macroeconomics of Populism," in The Macroeconomics of Populism in Latin America, ed. Rudiger Dornbusch and Sebastian Edwards (Chicago: University of Chicago Press, 1991), 11–12.

La historia económica de Argentina es un ejemplo del populismo económico, un modelo que prioriza la redistribución de ingresos y el pleno empleo a través de políticas expansivas. Inspirado en la filosofía de Juan Domingo Perón, este enfoque busca el crecimiento a corto plazo a expensas de las restricciones fiscales, llevando a ciclos recurrentes de...