Avance contra la calvicie: ¿las células grasas son la llave?

07.11.2025

Investigadores reactivan en tan solo 20 días el crecimiento capilar en ratones. La ciencia explica cómo y el cuándo podría aplicarse en humanos.

La grasa de la piel, nueva aliada contra la calvicie. Créditos: Freepik.
La grasa de la piel, nueva aliada contra la calvicie. Créditos: Freepik.

Claudio lanzó el chiste frente al espejo —"me cobran media tarifa"— y el peluquero devolvió con sentencia de mostrador: el pelo vuelve si tiene motivos. La ciencia acaba de respaldarlo. Un estudio de la Universidad Nacional de Taiwán, publicado en Cell Metabolism mostró que una mini-irritación en la piel pone en marcha un equipo interno: los glóbulos blancos dan la señal, la grasa de la dermis libera energía y el folículo despierta. En ratones, el rebrote se ve alrededor del día 10 y a los 20 ya es evidente. No es magia: es biología bien aceitada.

¿Cómo se enciende el folículo? La mecánica se entiende fácil cuando se baja a tierra. El folículo —la fábrica del pelo— a veces entra en modo reposo. Una irritación leve en la piel funciona como despertador. Primero responden los macrófagos, los glóbulos blancos que patrullan la zona. Después entra en juego la capa de grasa que vive bajo la piel: esas células liberan parte de su combustible en forma de ácidos grasos monoinsaturados, como el oleico. Esa energía entra al folículo a través de una puerta llamada CD36, activa el interruptor PGC-1α, enciende las mitocondrias y saca a las células madre del letargo. Con la usina en marcha, el eje de crecimiento vuelve a empujar.

El ensayo en animales fue claro y prolijo. Se trabajó con ratones cuyos folículos estaban en telógeno, la fase de descanso. Se generaron microirritaciones con un químico suave o con puntitos de láser que no destruyen el tejido. Luego se siguió el proceso con microscopía y herramientas que permiten ver qué genes se activan en cada rincón de la piel. La secuencia fue ordenada: primero inflamación, luego macrófagos entrando al tejido graso de la dermis y, por último, la grasa liberando combustible hacia el entorno del folículo. Con ese empujón, los pelitos empezaron a verse alrededor del día 10 y la cobertura fue notoria cerca del día 20, mientras las zonas sin tratamiento permanecían lisas.

El dato que termina de cerrar el rompecabezas es que, cuando se bloqueó la tijera molecular que permite a la grasa soltar combustible —la enzima ATGL—, el rebrote se detuvo. Sin ácidos grasos libres, no hubo arranque. También se probó un atajo: aplicar directamente sobre la piel un suero con esos ácidos grasos monoinsaturados en una zona donde los folículos estaban dormidos. El efecto se repitió y el crecimiento apareció, lo que refuerza la idea de que la energía correcta, en el momento correcto, alcanza para encender la fábrica.

La pata inmunológica no es decorado. Los macrófagos resultaron ser el eslabón que prende la mecha. Al reducirlos, cayó una señal llamada SAA3, se apagó la liberación de grasas y el crecimiento no sucedió. Ese detalle deja una advertencia útil para la vida real: apagar la inflamación de manera indiscriminada con corticoides puede frenar procesos de regeneración que, en dosis justas, necesitan una chispa inflamatoria para funcionar. La clave está en la medida, no en el todo o nada.

Qué significa para personas

La pregunta inevitable es si esto sirve para personas. La respuesta honesta apunta a un equilibrio entre entusiasmo y prudencia. El circuito se demostró en ratones y se apoya en una proteína —SAA3— que en humanos tiene diferencias, porque en la piel humana predominan SAA1 y SAA2. Eso significa que el camino puede ser parecido, pero no idéntico, y que hace falta validación clínica. Además, la película se proyecta mejor cuando el folículo todavía existe y solo está en pausa. No se trata de una solución para cicatrices o para una calvicie muy avanzada, donde el folículo se achicó o desapareció.

Si el mecanismo se confirmara en estudios con personas, el futuro razonable no luce como un aerosol milagroso, sino como serums tópicos con monoinsaturados aplicados en momentos puntuales del ciclo del pelo. Sería un enfoque no hormonal, con potencial para combinarse con terapias conocidas, siempre que se definan con precisión dosis, vehículo y tiempos. También implicaría un cambio de mirada sobre la grasa de la piel: lejos de ser una enemiga, puede convertirse en la vecina que presta la batería cuando el folículo se queda sin carga.

Con todo, la ciencia no promete milagros, promete mecanismos que se pueden medir. Cuando ese mecanismo se activa, el mensaje se mantiene simple y potente: el pelo vuelve si tiene motivos. Y el motivo, en este caso, es energía bien dosificada en el momento indicado.

Info: María Ximena Perez – Agencia de Noticias Científicas

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