Científicos logran restaurar la visión sin cirugía reactivando la regeneración de neuronas en el ojo.

19.05.2025

Perder la visión por enfermedades de la retina parece una condena definitiva. Muchos tratamientos solo frenan el daño, pero no alcanzan a restaurar la visión sin cirugía ni a revivir las neuronas que perciben luz y color.

Sin embargo, un equipo internacional halló una forma de despertar el poder de reparación que el ojo guarda en silencio. El grupo, liderado por científicos del KAIST, se preguntó: ¿y si pudiéramos decirles a las células de soporte que fabriquen nuevas neuronas?

El resultado, publicado en Nature Communications, muestra que basta bloquear una única proteína para que la retina de ratones ciegos produzca nuevos fotorreceptores y recupere visión funcional, todo mediante una inyección sencilla y sin bisturí.

Modelos animales y diseño experimental

Primero usaron ratones que habían perdido fotorreceptores por una sustancia tóxica y otros con retinitis pigmentosa heredada. Esto imita dos causas frecuentes de ceguera humana. Evaluaron la visión de los animales con pruebas de reflejo a rayas giratorias.

Después inyectaron en el gel vítreo un virus AAV, un vehículo común en terapia génica. Este virus llevaba la orden de fabricar un pequeño anticuerpo que atrapa a la proteína Prox1, considerada un freno para la reparación. Otro grupo recibió un virus inactivo como control.

Para confirmar su hipótesis, en un segundo experimento desactivaron el gen Prox1 sólo en ciertas neuronas mediante una herramienta llamada Cre‑ERT2. Observaron si esa maniobra bastaba para que las células vecinas de soporte, llamadas glía de Müller, comenzaran a dividirse.

Técnicas moleculares y de imagen

Los científicos marcaron las células recién nacidas con colorantes fluorescentes y midieron la actividad eléctrica de la retina con electrorretinografía, un "electrocardiograma" ocular que indica si los fotorreceptores funcionan.

También secuenciaron el ARN de células individuales. Ese análisis muestra qué genes están activos y permite distinguir entre glía, neuronas y microglía inflamatoria. Así probaron que las nuevas células no eran simples cicatrices, sino fotorreceptores genuinos.

Por último, revisaron retinas humanas donadas después de fallecer. Encontraron que, al igual que en los ratones enfermos, la proteína Prox1 se acumula alrededor de la glía, lo que sugiere que el mismo freno existe en nuestra especie.

Qué descubrieron los investigadores

Los hallazgos cambian la forma en que entendemos la curación ocular y acercan terapias sencillas a la práctica clínica.

Prox1 es un freno regenerativo

En mamíferos, la glía de Müller actúa como niñera de las neuronas. Al lesionarse la retina, podría convertirse en célula madre y producir recambios, pero Prox1 lo impide. Al secuestrar esta proteína, la glía reingresa al ciclo celular y crea un "vivero" de progenitores.

Los ratones tratados generaron hasta seis veces más fotorreceptores que los animales de control. Muchos nuevos fotorreceptores expresaron rodopsina, una molécula vital para captar la luz, y se conectaron con el circuito visual existente.

El análisis genético reveló la activación de genes como Gadd45a y Notch1, vinculados a la regeneración en peces cebra, famosos por reparar sus ojos. En otras palabras, la terapia reactiva en mamíferos un programa que nuestra evolución había dejado dormido.

Mejoría funcional sin bisturí

La visión no mejoró solo en el laboratorio: los ratones empezaron a seguir rayas en movimiento que antes no distinguían. En un modelo temprano de retinitis pigmentosa, el tratamiento retrasó la ceguera un mes. En un modelo avanzado, devolvió la agudeza normal durante tres meses.

No se detectaron señales de inflamación ni alteraciones genéticas fuera del objetivo, ya que el método no corta el ADN, sino que bloquea selectivamente una proteína. Es más parecido a quitar un candado que a reescribir un manual genético.

Curiosamente, la microglía, encargada de la limpieza del tejido, se mostró menos activa en los ojos tratados. Menos inflamación implica un entorno más amigable para las células recién nacidas y sugiere beneficios a largo plazo.

¿Por qué este estudio es importante?

Más allá del laboratorio, estos resultados apuntan a terapias accesibles que podrían cambiar la vida de millones de personas con ceguera.

Hacia terapias regenerativas minimalistas

Hoy, las opciones para enfermedades como la degeneración macular se basan en cirugía, trasplantes celulares o costosa edición genética. Aquí, en cambio, se usa un vector viral ya probado en clínicas y un anticuerpo diminuto. Aplicarlo sería tan rutinario como las inyecciones anti‑VEGF utilizadas cada día.

Al aprovechar la regeneración de neuronas en el ojo para recuperar la vista, se evita añadir células extrañas o alterar de forma permanente el genoma del paciente. Esto reduce riesgos, baja costos y simplifica la aprobación regulatoria.

Preguntas abiertas y próximos pasos

Ahora toca comprobar cuánto tiempo dura el efecto. ¿Necesitaremos repetir la inyección cada año o cada década? Los autores planean crear versiones del virus que produzcan el anticuerpo por periodos más largos.

También falta verificar la seguridad en primates y luego en pacientes con distintas patologías, como glaucoma o traumatismos oculares. Cada enfermedad daña la retina de forma distinta y podría necesitar ajustes en la dosis.

Otro reto es asegurarse de que el anticuerpo actúe solo en el ojo. Prox1 tiene funciones importantes en el hígado y el sistema linfático. Ensayos de biodistribución deberán confirmar que el fármaco no viaja a otros órganos.

Por último, estudios de genética poblacional podrían descubrir variantes de Prox1 que influyan en la respuesta al tratamiento. Identificar a los pacientes más propensos a beneficiarse allanará el camino hacia la medicina personalizada.

Info: Comunidad Biológica