Desmontando la Falacia Estructural: Un Análisis Económico-Jurídico de las Críticas al Orden Liberal
El presente trabajo examina y refuta sistemáticamente las críticas estructurales predominantes que la izquierda académica y política sostiene contra el liberalismo clásico y moderno. A través de una revisión teórica que contrasta la tradición marxista, estructuralista y keynesiana con los aportes de la Escuela Austríaca, el Public Choice y el neoinstitucionalismo, se demuestra que los "mitos" sobre la anomia liberal y la injusticia distributiva carecen de sustento empírico y praxeológico.

Por Aníbal Sebastián Mercaich; Economista
Resumen
El presente trabajo examina y refuta sistemáticamente las críticas estructurales predominantes que la izquierda académica y política sostiene contra el liberalismo clásico y moderno. A través de una revisión teórica que contrasta la tradición marxista, estructuralista y keynesiana con los aportes de la Escuela Austríaca, el Public Choice y el neoinstitucionalismo, se demuestra que los "mitos" sobre la anomia liberal y la injusticia distributiva carecen de sustento empírico y praxeológico. Se argumenta que la crítica al liberalismo como promotor de una "ley de la selva" ignora el papel fundamental del Estado de Derecho (Rule of Law), y confunde deliberadamente el libre mercado con el capitalismo de amigotes (mercantilismo). Asimismo, se evidencia que las propuestas intervencionistas para corregir supuestas fallas de mercado derivan invariablemente en fallas de gobierno más severas y en la erosión de la soberanía individual. El artículo concluye que el marco institucional liberal es la única condición necesaria y suficiente para la cooperación social extensa y el progreso económico sostenido.
1.- Introducción
La persistencia de la retórica anticapitalista en el discurso académico y político contemporáneo sugiere una desconexión profunda entre la teoría económica liberal y su interpretación pública. Intelectuales de diversas tradiciones críticas, desde el marxismo ortodoxo hasta el comunitarismo moderno, han perpetuado una serie de axiomas -aquí denominados "mitos"- que caracterizan al liberalismo como una doctrina de atomismo social, egoísmo normativo y dominación corporativa. Estas críticas, lejos de ser observaciones marginales, constituyen el núcleo de la justificación para la expansión del Estado y la restricción de las libertades económicas.
El propósito de esta investigación es deconstruir analíticamente estas objeciones. La hipótesis central sostiene que la crítica de izquierda incurre en errores categoriales fundamentales: confunde el individualismo metodológico con el egoísmo psicológico, identifica erróneamente el laissez-faire con el corporativismo estatal (crony capitalism), y asume una omnisciencia burocrática imposible de sostener bajo el análisis de la elección pública.
A diferencia de la visión hobbesiana que la izquierda atribuye al mercado desregulado, este trabajo, apoyado en Mises, Hayek y Buchanan, defenderá que el liberalismo no es la ausencia de reglas, sino la presencia de un marco jurídico de normas abstractas y generales que protegen la propiedad y el contrato. Se analizará cómo la intervención estatal, bajo el pretexto de la justicia social o la corrección de externalidades, introduce la verdadera arbitrariedad y coerción en el tejido social.
2.- Sección I: Fundamentos Antropológicos y Sociales (Refutando la Atomización)
1.- El Mito: El Individualismo Metodológico como Egoísmo Normativo
En este mito, la crítica al liberalismo se fundamenta en la acusación de que, al establecer la primacía del individuo (como la unidad moral y el sujeto de derecho fundamental) por encima de cualquier entidad colectiva (clase, nación, comunidad), metodológicamente, el liberalismo desarraiga a las personas de sus vínculos sociales. Se alega que esto promueve un egoísmo utilitarista -la maximización miope del interés propio- y, consecuentemente, disuelve la solidaridad y la cohesión social. Esta postura acusa al liberalismo de incurrir en atomismo social, reduciendo la riqueza de las interacciones y relaciones humanas a meras transacciones mercantiles frías e impersonales.
1.1.- La crítica Comunitarista y Sociológica: La degradación de la comunidad
Los intelectuales de izquierda y los comunitaristas sostienen que esta primacía del individuo es destructiva para la comunidad y resulta en una sociedad inevitablemente fragmentada, moralmente vacía y desigual.
1.1.1.- Michael Sandel y el "Yo Desarraigado" (Unencumbered Self)
Michael Sandel, exponente central del comunitarismo, critica el concepto de un "yo no adscrito" o "desarraigado" que postula el liberalismo deontológico (típico de autores como John Rawls). En su obra Liberalism and the Limits of Justice (Sandel, 1982/1998), Sandel argumenta que este individuo es una abstracción incoherente, ya que los derechos, libertades y la propia identidad solo adquieren pleno sentido y significado dentro de un contexto comunitario y de pertenencia. Al basar la justicia en principios puramente abstractos e individualistas, el liberalismo es incapaz de fomentar las virtudes cívicas (el sacrificio, la lealtad y la participación) necesarias para una vida política y social rica. Para Sandel, el liberalismo no prepara para la ciudadanía; al contrario, su énfasis en la neutralidad moral del Estado erosiona los lazos que hacen posible la deliberación comunitaria sobre el "bien común".
1.1.2.- Émile Durkheim y la Patología de la Anomia
Émile Durkheim, un sociólogo clásico, ofrece un marco para entender cómo el individualismo puede mutar en patología social. En El Suicidio (Durkheim, 1897/2012), Durkheim realiza una distinción crucial entre el individualismo ético (que respeta la dignidad de la persona y es un producto de la evolución social) y el individualismo puramente egoísta o utilitarista. Critica cómo la desregulación económica y la primacía sin límites del interés propio (asociadas al liberalismo laissez-faire) debilitan las instituciones sociales normativas y las "conciencias colectivas". Este debilitamiento conduce al estado de anomia -la ausencia o colapso de normas sociales claras-. En la anomia, el individuo carece de límites morales externos y las pasiones no son reguladas, resultando en una mayor disolución social, alienación y, paradójicamente, una tasa elevada de suicidio egoísta y anómico.
1.1.3.- C.B. Macpherson y el Individualismo Posesivo
C.B. Macpherson, en La Teoría Política del Individualismo Posesivo (Macpherson, 1962/2011), rastrea las raíces filosóficas del liberalismo hasta Hobbes y Locke. Macpherson argumenta que la visión liberal concibe a la sociedad como una colección de individuos que se ven a sí mismos como "propietarios de su propia persona y capacidades", sin deber nada a la sociedad por ellas. Esta perspectiva es intrínsecamente posesiva y mercantilizada: el individuo compite con otros individuos -propietarios para maximizar sus posesiones-. Esta visión niega la obligación social mutua y reduce la cooperación a meros contratos fríos y transitorios, haciendo que la verdadera sociabilidad humana (basada en el reconocimiento mutuo y no en la utilidad transaccional) sea inalcanzable.
1.2.- La defensa Liberal: Cooperación Espontánea y Soberanía Individual
Los pensadores liberales refutan la acusación de antisocialismo, argumentando que el respeto irrestricto al individuo y a sus derechos no es una receta para el egoísmo, sino la única base viable para la cooperación social a gran escala y el progreso en una sociedad compleja.
1.2.1.- Adam Smith y el Interés Propio Canalizado
Adam Smith no promueve el egoísmo normativo, sino que describe el individualismo metodológico como la base de la cooperación económica espontánea. En La Riqueza de las Naciones (Smith, 1776/2009), su famosa observación sobre el carnicero, cervecero y panadero ilustra que el interés propio, canalizado a través de la competencia y el mecanismo de precios de la "mano invisible", conduce inevitablemente a un resultado socialmente beneficioso -la provisión abundante de bienes y servicios-. Este sistema logra la cooperación masiva (millones de personas sirviéndose mutuamente a través del mercado) en una escala inalcanzable para la benevolencia comunitaria o la coacción estatal. Para Smith, el mercado liberal es el sistema más social en términos de resultados cooperativos extendidos.
1.2.2.- John Stuart Mill y la Soberanía para el Progreso
John Stuart Mill, en Sobre la Libertad (Mill, 1859/2010), defiende el individualismo ético (la soberanía individual) como una condición necesaria para el progreso social e intelectual. Su principio fundamental es que "sobre sí mismo, sobre su propio cuerpo y mente, el individuo es soberano". La libertad de experimentar, pensar diferente y desarrollar la singularidad (siempre y cuando no se infrinja el Principio del Daño) es lo que permite la diversidad de ideas y talentos que impulsan la innovación, el descubrimiento de nuevas verdades y el enriquecimiento de la cultura social. El respeto a la diferencia individual es, paradójicamente, lo que hace posible una sociedad vibrante, pluralista y, en última instancia, más avanzada.
1.2.3.- James M. Buchanan y la Cooperación Contractual
James M. Buchanan, fundador y exponente de la Escuela de la Elección Pública (Public Choice), ve la sociedad no como una comunidad orgánica, sino como una red de intercambios mutuamente beneficiosos. El liberalismo, con su énfasis en la interacción individual, voluntaria y contractual (Buchanan & Tullock, 1962/2004), es la filosofía que transforma la potencial "guerra de todos contra todos" en intercambio pacífico. El respeto al individuo y a su capacidad de contrato es lo que reemplaza el conflicto y la violencia. El individualismo se convierte en la base para definir los términos del acuerdo cooperativo sin coerción estatal, es decir, bajo una regla de unanimidad implícita en el acto voluntario.
1.3.- La distinción clave: Metodología vs. Moralidad
La distinción clave que los liberales hacen para refutar el mito es entre el individualismo metodológico/ético y el egoísmo antisocial.
El individualismo liberal es fundamentalmente una doctrina de la justicia que establece a la persona como el fin último y al derecho como el mecanismo de su protección. Esta visión es la base de la coexistencia pacífica en una sociedad extensa (Great Society), donde la solidaridad comunitaria orgánica (posible solo en grupos pequeños y homogéneos) es imposible de replicar sin coerción.
En el liberalismo, la cooperación se logra a través de la ley (el marco de derechos) y los incentivos económicos (el mercado), que canalizan el interés propio hacia el servicio a otros. La verdadera amenaza a la sociabilidad, según la visión liberal, es el colectivismo que subordina al individuo a los fines utilitaristas o abstractos del grupo, justificando la coerción y anulando la esfera privada. Esto, según la perspectiva liberal, conduce inevitablemente a la tiranía y a la anulación de la cooperación voluntaria.
2.- El Mito: La Falla del Modelo Racional-Egoísta en la Economía
La crítica al modelo antropológico del liberalismo económico se centra en que, al basar sus modelos y prescripciones políticas en un agente idealizado -el Homo economicus, perfectamente racional, omnisciente y puramente autointeresado (egoísta)-, el sistema ignora las fallas sistémicas derivadas de la conducta humana real. Se señalan dos flancos principales:
Intelectuales críticos han atacado este supuesto, argumentando que no solo es inexacto descriptivamente, sino también normativamente perjudicial para la cohesión social.
2.1.- La crítica de la Economía del Comportamiento y la Ética Social
La crítica se articula desde el reconocimiento de las limitaciones cognitivas del ser humano y la dimensión moral y social de la acción.
2.1.1.- Herbert Simon y la Racionalidad Limitada (Bounded Rationality)
Herbert Simon, considerado el padre de la teoría de la racionalidad limitada, critica el supuesto neoclásico de que los agentes pueden procesar toda la información disponible y optimizar con precisión. Simon (1955) demuestra que la complejidad del mundo y las limitaciones cognitivas intrínsecas del cerebro humano obligan a los agentes a utilizar heurísticas y atajos mentales. Los individuos no maximizan la utilidad, sino que buscan la satisfacción (satisficing), eligiendo la primera opción que cumple un nivel de aspiración aceptable, en lugar de la mejor posible. Esta refutación del Homo economicus sugiere la necesidad de estructuras de apoyo externas, posiblemente estatales, para ayudar a los agentes imperfectos a tomar mejores decisiones. Su trabajo en Models of Man (Simon, 1957) socava la fe en que las decisiones descentralizadas conducen automáticamente a resultados óptimos.
2.1.2.- Amartya Sen y la crítica al Egoísmo como Racionalidad
Amartya Sen, en Sobre Ética y Economía (Sen, 1987/2010), ataca la reducción del comportamiento racional al puro interés propio o egoísmo. Sen argumenta que esta reducción es "errónea" y que hay una "gran diferencia entre la coherencia y el interés propio". Para Sen, la racionalidad es la coherencia interna entre fines y medios, que no excluye el altruismo, los compromisos éticos o la simpatía (el sentir preocupación por el bienestar de otros). El modelo egoísta es un marco descriptivo deficiente que ignora la capacidad humana de compromiso -actuar en contra del interés propio percibido para cumplir un deber o norma social-. Al subestimar la moralidad, el modelo liberal no solo distorsiona el comportamiento, sino que también erosiona la base ética necesaria para la eficiencia económica y social (confianza).
2.1.3.- Jon Elster y la Importancia de las Normas Sociales
Jon Elster, en su trabajo sobre la elección racional y la acción social (Elster, 1989), sostiene que la acción social "rara vez es el resultado de la simple maximización racional esperada". Muchas decisiones cruciales, como el voto, el seguimiento de normas de equidad, o la adhesión a tabúes, están motivadas por normas sociales, emociones o irracionalidades que son independientes de las consecuencias utilitaristas. La fe liberal en el mercado como un coordinador eficiente se debilita si los agentes no solo son imperfectamente racionales, sino que actúan según reglas de conducta que pueden ser contrarias a la maximización de la utilidad personal. Esto sugiere límites a la capacidad del sistema de precios para transmitir toda la información relevante.
2.2.- La defensa Liberal: Praxeología, Conocimiento Disperso y Elección Pública
Los pensadores liberales modernos (Escuela Austríaca y Public Choice) sostienen que la crítica malinterpreta la función del supuesto de acción y que, paradójicamente, el sistema liberal está diseñado precisamente para gestionar la imperfección y la ignorancia, no para asumirlas superadas.
2.2.1.- Ludwig von Mises y la Praxeología (Acción Dirigida a un Fin)
Ludwig von Mises, en La Acción Humana, establece la Praxeología, el estudio de la acción intencional. Para Mises (1949/2007), "La acción humana es simplemente el comportamiento dirigido a un fin". El liberalismo no asume la racionalidad perfecta (omnisciencia), sino el principio fundamental de que los individuos tienen fines (subjetivos) y emplean medios (escasos) para intentar alcanzarlos. El error, la ignorancia, o los sesgos no invalidan el principio de que los individuos actúan para mejorar su situación subjetiva percibida. La clave no es la perfección del cálculo, sino la subjetividad de la utilidad. El juicio sobre si una acción es "correcta" o "perfecta" es irrelevante; lo que importa es que el individuo persigue su fin.
2.2.2.- Friedrich A. von Hayek y el Mecanismo de Descubrimiento del Mercado
Friedrich A. von Hayek invierte el argumento de la racionalidad. En El Uso del Conocimiento en la Sociedad (Hayek, 1945/1998), argumenta que "El gran mérito del mecanismo de mercado es que permite la cooperación pacífica y el orden a pesar de la ignorancia inevitable de los individuos". El mercado no requiere que un agente sea una máquina de cálculo omnisciente; su función principal es actuar como un mecanismo de descubrimiento y agregación de información descentralizada (el sistema de precios) que compensa la ignorancia y la racionalidad limitada de los individuos. El liberalismo es superior a la planificación centralizada precisamente porque no confía en la razón perfecta o el altruismo de burócratas o planificadores, sino en la interacción descentralizada.
2.2.3.- James M. Buchanan y la Aplicación del Interés Propio al Estado (Public Choice)
James M. Buchanan, critica el "romanticismo político" de la izquierda, que asume que los actores estatales (políticos y burócratas) son altruistas perfectos mientras el ciudadano es egoísta (Buchanan & Tullock, 1962/2004). Public Choice aplica el supuesto de interés propio (o acción dirigida a un fin subjetivo) a todos los agentes, incluidos los del gobierno. Si los humanos son inherentemente imperfectos, sesgados y autointeresados, la solución no es darles más poder (al Estado), sino limitar su capacidad de coerción a través de reglas constitucionales liberales. El Estado Limitado es una defensa constitucional del ciudadano contra la imperfección y el egoísmo inherente también en las élites políticas.
2.3.- La Esencia Jurídica y el Egoísmo Canalizado
El liberalismo moderno ha evolucionado, e incluso la Economía del Comportamiento (como la escuela de los nudges o "empujones") puede ser compatible con marcos liberales que buscan modificar comportamientos sin prohibiciones (Thaler & Sunstein, 2008).
Sin embargo, la base del Liberalismo es fundamentalmente Jurídica, no Psicológica: El foco principal es establecer el marco de derechos inalienables (propiedad y libertad) que permite la coexistencia pacífica y la cooperación, incluso entre agentes imperfectos y egoístas.
El Egoísmo como Motor Controlado: El liberalismo no exalta el egoísmo antisocial, sino que canaliza el interés propio (o preferencia subjetiva) a través de los mecanismos de la competencia y el intercambio voluntario. Al hacerlo, el mercado fuerza a los individuos a servir a otros de la mejor manera y al precio más bajo posible para poder servirse a sí mismos, transformando la motivación individual en un resultado socialmente beneficioso.
3.- El Mito: La Primacía del Mercado y la Disolución de la Virtud Cívica
La crítica sostiene que el liberalismo, al reducir la interacción humana a transacciones de mercado y al priorizar la libertad negativa (la ausencia de coerción) por encima de cualquier bien superior o virtud trascendente, disuelve los vínculos comunitarios y las normas éticas compartidas. El resultado, se alega, es una sociedad donde el único valor reconocido es la eficiencia en la maximización de la utilidad material (ganancia monetaria), lo que conduce a la comercialización de la vida y a la atrofia del telos humano o la virtud cívica. Los críticos denuncian que la supuesta neutralidad moral liberal es, en realidad, una moralidad materialista destructiva para la sociedad.
3.1.- La Crítica Comunitarista y Marxista: La Vacuidad Moral del Mercado
Los intelectuales críticos argumentan que la aspiración liberal de un Estado neutral en materia de moralidad conduce a la hegemonía de los valores de mercado, dejando a la sociedad sin un propósito compartido.
3.1.1.- Michael Sandel y la Neutralidad como Vacío Cívico
Michael Sandel, desde el comunitarismo, critica la aspiración central del liberalismo deontológico (Rawls) de ser neutral en materia de fines o moralidad. En El Liberalismo y los Límites de la Justicia (Sandel, 1982/1998), argumenta que la justicia y la política no pueden separarse de los debates sobre el bien común y el propósito de la vida. Para Sandel, una sociedad que vive según el lema de que "no es nuestro negocio juzgar los fines de los demás" es una "sociedad vacía y desprovista de virtud cívica" (p. 183). La negativa liberal a "juzgar" se traduce en la incapacidad de la sociedad para deliberar sobre los valores que deben regirla, dejando el campo libre al materialismo económico para llenar ese vacío y mercantilizar esferas de la vida que deberían ser sagradas o regirse por la virtud.
3.1.2.- Christopher Lasch y la Cultura del Narcisismo
Christopher Lasch, en La Cultura del Narcisismo (Lasch, 1979), argumenta que el sistema liberal moderno (capitalismo de consumo) no es moralmente neutral, sino que fomenta activamente un carácter hedonista e individualista extremo (narcisismo) que es necesario para impulsar el consumo masivo y la acumulación. El capitalismo de consumo "requiere la disolución de las instituciones que fomentan el ahorro, la planificación a largo plazo y la virtud moral" (p. 71). Desde esta perspectiva, la moralidad cívica, las virtudes tradicionales y la solidaridad son vistas como obstáculos al crecimiento del PIB y son sistemáticamente erosionadas por la ética de la gratificación inmediata promovida por el mercado.
3.1.3.- Karl Marx y el Fetichismo del Dinero
Karl Marx, en sus Manuscritos Económicos y Filosóficos de 1844, ofrece la crítica más radical a la alienación generada por el sistema económico del liberalismo. Marx critica cómo el capitalismo subordina todas las relaciones humanas y los valores a la relación monetaria. El dinero se convierte en "el poder alienado de la humanidad", mediando todas las interacciones y reduciendo las cualidades intrínsecas del ser humano (moralidad, arte, amor) a su valor de cambio. El liberalismo es, por tanto, la filosofía de este fetichismo material, donde el valor de una persona o de una acción es determinado no por su telos o propósito, sino por su capacidad de adquirir dinero: "Lo que yo soy y lo que puedo se determina, por tanto, en absoluto, por lo que tengo: el dinero" (Marx, 1844/2010, p. 119).
3.2.- La Defensa Liberal: Autonomía, Pluralismo y el Orden Espontáneo
Los pensadores liberales argumentan que la libertad es la condición sine qua non de la moralidad y que la filosofía liberal es un marco ético superior precisamente porque permite la coexistencia plural y rechaza la tiranía moral de una única visión del bien.
3.2.1.- Immanuel Kant y la Moralidad como Autonomía
La filosofía kantiana es la base del liberalismo deontológico y proporciona la defensa más fuerte de la libertad como condición de la moralidad. Kant (1785/2012) sostiene que una acción solo posee valor moral si es realizada por la voluntad autónoma (libre albedrío) del agente y por deber, no por inclinación egoísta o coacción. La coerción estatal para hacer "el bien" anula el valor moral de la acción, ya que esta no es elegida libremente. El liberalismo es el único sistema político que garantiza el espacio de libertad necesario para que las personas elijan, genuinamente, ser morales. Imponer la virtud es, por definición, destruir la virtud.
3.2.2.- Lord Acton y la Libertad como Fin Supremo
Lord Acton defendió la libertad no solo como una herramienta para el crecimiento económico, sino como un imperativo moral y el fin más elevado de la política. Su famosa frase, "La libertad no es un medio para un fin político más elevado. Es en sí misma el más elevado de los fines políticos" (Acton, 1907/2010, p. 199), resume la postura liberal. La libertad es la esfera donde el individuo puede tomar sus propias decisiones, incluyendo las éticas y religiosas, sin imposición externa. El liberalismo, al limitar el poder (especialmente el cultural y moral), protege esta esfera de la imposición de una verdad única (sea religiosa, estatal o cultural), permitiendo el florecimiento de una moralidad plural y auténtica nacida de la convicción individual, no del cumplimiento forzado.
3.2.3.- Friedrich A. von Hayek y la Moralidad Evolutiva
Friedrich A. von Hayek, en La Fatal Arrogancia (Hayek, 1988/2007), argumenta que las normas morales que hacen posible la sociedad extensa (la gran civilización) no son el resultado de la invención consciente o la imposición de una autoridad, sino el resultado de la evolución espontánea. Estas normas (como el respeto a la propiedad y la honestidad en el intercambio) son reglas de conducta que surgieron de un proceso descentralizado y de ensayo y error, permitiendo la cooperación a gran escala. El liberalismo defiende estas reglas abstractas de conducta correcta (kosmos u orden espontáneo), que son la base de la moralidad funcional de una sociedad moderna, oponiéndose a los mandatos impuestos por una autoridad central (taxis u orden construido) que buscan imponer una moralidad sustantiva arcaica.
3.3.- Conclusión: Meta-Ética y Autonomía
El liberalismo no es amoral ni anti-ético, sino meta-ético en la esfera pública:
3.- Sección II: El Marco Institucional y el Rol del Estado (Refutando la Ley de la Selva)
4.- El Mito: El Liberalismo como Anarquía y Dominación
El mito, frecuentemente postulado por la izquierda, asume que la ausencia de una intervención estatal robusta y planificada en la economía y la sociedad inevitablemente precipita un estado de naturaleza hobbesiano. En este escenario, se argumenta que los agentes más poderosos -principalmente las grandes corporaciones o individuos acaudalados- ejercen una explotación sin restricciones sobre los más débiles, resultando en una desigualdad social extrema y la anulación de facto de los derechos de la mayoría. La premisa central es que el marco legal liberal, fundamentado en la propiedad privada y el contrato, es intrínsecamente insuficiente para proteger a los individuos contra la coerción privada.
4.1.- La Crítica Marxista y Estructuralista: La Coerción Inherente del Capital
Intelectuales de la tradición crítica han criticado consistentemente la promesa liberal de una libertad efectiva bajo un marco de libre mercado, alegando que este sistema, lejos de ser neutro, perpetúa estructuras de dominación y poder disfrazadas de intercambios voluntarios.
4.1.1.- Karl Marx y la Propiedad Privada como Base de Explotación
Según Karl Marx, la propiedad privada de los medios de producción, tal como se configura en el capitalismo, constituye la base material de la explotación de clases. En La Ideología Alemana (Marx & Engels, 1932/2010), Marx y Engels detallan cómo la propiedad es la expresión de las condiciones materiales de la vida de la sociedad burguesa, que, por naturaleza, es antagónica y contradictoria. La "libertad" en el liberalismo es denunciada como meramente formal; el capitalista es formalmente libre de comprar fuerza de trabajo (labor power), mientras que el trabajador es formalmente "libre" de elegir entre someterse a la explotación salarial o a la indigencia. El argumento crucial es que la ley liberal, al santificar la relación de propiedad, legaliza la coerción económica que emana del control del capital sobre los medios de subsistencia. Esto, para los marxistas, es la verdadera dominación, incrustada en la estructura legal del sistema.
4.1.2.- Noam Chomsky y las Tiranías Corporativas
Noam Chomsky, desde una perspectiva anarcosindicalista y fuertemente crítica del capitalismo corporativo, sostiene que la libertad que se predica es, en esencia, la libertad del inversor y del capital. Para la gran mayoría, lo que impera es la "disciplina del mercado", que actúa como una forma sofisticada de control y opresión (Chomsky, 1999). El sistema liberal, al priorizar la acumulación y el poder corporativo, se traduce en una concentración de poder en manos de entidades privadas (corporaciones) que operan como "tiranías privadas" -un concepto que Chomsky atribuye al filósofo pragmatista John Dewey (1927/2012)-. Estas entidades, con su capacidad de influir en la legislación y la opinión pública, imponen su voluntad sobre los trabajadores y la esfera pública, desvirtuando la supuesta "libertad" del sistema para todos.
4.1.3.- Thomas Piketty y la Dinámica Concentradora del Capital
Thomas Piketty no impugna directamente el marco legal liberal, pero ofrece una crítica empírica de sus resultados sistémicos. En El Capital en el Siglo XXI (Piketty, 2014), su análisis se centra en la dinámica histórica donde la tasa de rendimiento del capital (r) es persistentemente superior a la tasa de crecimiento de la producción e ingreso (g) (r > g). Esta relación estructural, que Piketty documenta como predominante en la historia del capitalismo, genera y perpetúa una concentración insostenible de la riqueza. Esta concentración de capital, y por ende de poder económico, se traduce inevitablemente en una dominación política y económica que anula la igualdad de oportunidades y la libertad real de la mayoría. Su trabajo sugiere que el marco legal liberal, por sí solo, no solo no previene la dominación del "más fuerte" (el propietario del capital), sino que facilita y legitima esta dinámica de concentración.
4.2.- La Defensa Liberal: El Estado de Derecho como Antídoto contra la Coerción
Los economistas e intelectuales liberales argumentan que el marco jurídico del liberalismo clásico y el liberalismo moderno es, precisamente, el antídoto más eficaz contra la coerción, ya sea esta de origen privado o, mucho más peligrosamente, de origen estatal. La "ley de la selva", para estas escuelas, es la ausencia de límites al poder político y la discrecionalidad burocrática.
4.2.1.- Friedrich A. von Hayek y el Estado de Derecho (Rule of Law)
Para Friedrich A. von Hayek, la verdadera defensa contra la anarquía y la dominación es el Estado de Derecho (Rule of Law). En Camino de Servidumbre (Hayek, 1944/2007), Hayek argumenta que el liberalismo es la antítesis de la arbitrariedad. El principio fundamental del Rule of Law es que nadie, ni siquiera el gobernante, puede estar por encima de las leyes generales, abstractas e igualmente aplicables a todos. Este marco legal protege al individuo no solo de la coerción privada, sino, crucialmente, de la coerción arbitraria del Estado. Hayek sostiene que la verdadera "ley de la selva" es la discrecionalidad política ilimitada de los planificadores socialistas o intervencionistas, quienes sustituyen la ley general por la voluntad particular, creando un ambiente de incertidumbre y servidumbre.
4.2.2.- Ludwig von Mises y la Propiedad Privada como Soberanía Individual
Ludwig von Mises, el pilar de la Escuela Austríaca, establece que la propiedad privada de los medios de producción es la condición sine qua non de la libertad individual. En su magnum opus, La Acción Humana (Mises, 1949/2007), Mises enfatiza que ser dueño de los medios de subsistencia y producción es lo que permite al individuo resistir la coerción, tanto privada como estatal. Si el Estado posee todos los medios de producción (como proponen las visiones socialistas radicales), el individuo se convierte en un dependiente total de la voluntad estatal, lo que Mises identifica como la máxima forma de dominación. El liberalismo, al establecer y proteger la esfera de la propiedad privada, es el mecanismo que asegura la soberanía del individuo frente al dominio público.
4.2.3.- Alberto Benegas Lynch (h) y el Principio de No Agresión
Alberto Benegas Lynch (h), siguiendo la tradición del liberalismo de la Escuela Austríaca, refuerza que lo que verdaderamente genera la "ley de la selva" es la ausencia de respeto por los derechos individuales y su reemplazo por la fuerza coactiva del poder político (Benegas Lynch, 2016). El núcleo ético del liberalismo es el principio de no agresión y el respeto irrestricto al proyecto de vida del prójimo. El sistema liberal se basa en la cooperación social voluntaria a través de la libertad personal, la propiedad adquirida pacíficamente y los contratos. Las intervenciones estatales que anulan estos derechos -a través de impuestos confiscatorios, regulaciones arbitrarias o expropiaciones- son las que introducen la coerción y la "ley del más fuerte" política.
4.3.- Conclusión del Debate
El debate esencial no gira en torno a si el liberalismo posee o no reglas, sino sobre la eficacia y justicia de su marco legal (respeto a la propiedad y al contrato) para garantizar una libertad efectiva y no meramente formal para todos.
La crítica de izquierda postula que el marco liberal legaliza y formaliza la coerción económica privada (el poder asimétrico del capital sobre el trabajo y los consumidores), haciendo que la dominación se ejerza sutilmente a través de los mecanismos de mercado que formalmente prometen libertad. Esta perspectiva ve la ley de la selva como una consecuencia estructural del capitalismo per se.
Por el contrario, la defensa liberal sostiene que este marco es la única barrera real y efectiva contra la coerción. Para ellos, la verdadera "ley de la selva" es la coerción política e institucional. Un Estado sin límites que anula los derechos individuales a favor de la discreción burocrática o la voluntad de la mayoría (el intervencionismo) es visto como la forma más peligrosa y total de dominación.
5.- El Mito: La Democracia como Antídoto contra la Tiranía de la Minoría Capitalista
La crítica de izquierda postula que el liberalismo, históricamente entrelazado con la protección de la propiedad y los intereses de la burguesía, está intrínsecamente diseñado para limitar el poder político de las clases populares y prevenir la redistribución radical. Bajo este prisma, las restricciones constitucionales, la separación de poderes y la defensa irrestricta de la propiedad privada actúan como un "candado" estructural que impide que la mayoría democrática -expresada a través del sufragio universal- implemente reformas redistributivas profundas o regule el capital de manera efectiva. En esencia, se argumenta que el liberalismo vacía de contenido la democracia, reduciéndola a un mero procedimiento electoral que carece de capacidad real para la transformación socioeconómica.
5.1.- La Crítica Estructuralista y Pluralista de la Democracia Liberal
Los pensadores de izquierda ven las salvaguardias liberales no como protecciones universales contra la coerción, sino como instrumentos institucionalizados para preservar el statu quo socioeconómico que beneficia a la minoría capitalista.
5.1.1.- Robert A. Dahl y la Poliarquía Distorsionada
Robert A. Dahl, en su análisis de la poliarquía -el modelo de democracia empírica que se caracteriza por la competencia y la participación-, argumenta que la formalidad democrática se ve socavada por la desigualdad económica que el sistema liberal tiende a generar (Dahl, 1971). Dahl sostiene que "la democracia requiere una gran dispersión de recursos socioeconómicos si se quiere evitar que las desigualdades en los recursos se conviertan en desigualdades en los recursos políticos" (Dahl, 2000, p. 71). La defensa incondicional de los derechos de propiedad sin una vigorosa intervención redistributiva del Estado concentra el poder económico. Este poder se traduce sistemáticamente en poder político (a través de lobbying, contribuciones de campaña, influencia en think tanks y control mediático), anulando la soberanía real y la igualdad de voz de la mayoría menos acaudalada.
5.1.2.- Nicos Poulantzas y el Estado Capitalista como Condensación de Fuerzas
Nicos Poulantzas, desde la perspectiva del marxismo estructuralista, lleva esta crítica a un nivel conceptual más profundo. En Clases sociales y poder político en el Estado capitalista (Poulantzas, 1978), sostiene que el Estado capitalista es una "condensación de una relación de fuerzas entre clases". El derecho y las instituciones democráticas liberales no son instrumentos neutrales, sino formas estructuralmente necesarias para la reproducción de la dominación de clase. Para Poulantzas, el marco legal liberal, con sus límites a la intervención estatal en la esfera económica y su énfasis en la neutralidad formal, asegura que las políticas elegidas democráticamente nunca puedan desafiar seriamente la estructura de explotación. La democracia burguesa es, por ende, una forma de dictadura de clase disfrazada, funcional a la acumulación de capital.
5.1.3.- C.B. Macpherson y el Compromiso Histórico
C.B. Macpherson, en La Vida y Época de la Democracia Liberal (Macpherson, 1977/2012), ve la democracia liberal como un compromiso histórico donde el sufragio universal (la ampliación de la democracia) fue aceptado por las élites solo después de que los principios del individualismo posesivo (la protección de la propiedad privada) se hubieran cimentado como principios inviolables. Según Macpherson, la democracia fue "diseñada para ser compatible con la propiedad privada y el mercado capitalista, no como un sistema para desafiarlos" (p. 23). Los derechos liberales, en este análisis, son esencialmente límites impuestos sobre la democracia para asegurar que el motor de la desigualdad (el capitalismo) siga funcionando sin riesgo de ser desmantelado por la voluntad popular mayoritaria.
5.2.- La Defensa Liberal: La Tiranía de la Mayoría y la Soberanía Individual
Los pensadores liberales ven la limitación constitucional del poder -incluso el de la mayoría- como el principal logro civilizatorio, esencial para proteger al individuo no solo de un déspota, sino de la coerción de un colectivo ilimitado.
5.2.1.- Alexis de Tocqueville y la Tiranía de la Mayoría
Alexis de Tocqueville, en su obra seminal La Democracia en América (Tocqueville, 1835/2006), identifica un riesgo inherente y profundo en la expansión de la soberanía popular: la tiranía de la mayoría. Argumenta que esta es una "amenaza mucho más insidiosa y omnipotente que cualquier otra tiranía de la antigüedad", ya que ejerce una presión moral y legal total sobre el individuo (p. 250). Si la soberanía de la mayoría no está estrictamente limitada por derechos inalienables (el componente liberal), puede imponer su voluntad sobre las minorías -sean estas raciales, religiosas, ideológicas, o de propiedad- sin freno moral o legal. El liberalismo proporciona la infraestructura moral y legal (la Constitución) que impide que la democracia degenere en opresión colectiva y asegura esferas de autonomía individual inviolables.
5.2.2.- Karl Popper y la Condición de la Libertad
Karl Popper, en La Sociedad Abierta y sus Enemigos (Popper, 1945/2011), invierte la relación causa-efecto. Para él, el liberalismo (la garantía de libertades de expresión, prensa, asociación y crítica) no limita la democracia, sino que es el requisito previo que la hace funcional, ética y, sobre todo, revisable. Popper ve la democracia como "el único sistema donde podemos deshacernos de un mal gobierno sin derramamiento de sangre" (p. 124). Sin los derechos individuales liberales -la protección de la minoría disidente- el proceso democrático se convierte en una farsa, ya que no permite la crítica, el ensayo y error, y la rectificación pacífica. El liberalismo es la condición necesaria para la supervivencia del proceso democrático de remoción no violenta de líderes.
5.2.3.- Murray Rothbard y la Secesión como Último Recurso
Murray Rothbard, desde el anarcocapitalismo y la tradición iusnaturalista radical, lleva el argumento de la soberanía individual a su límite lógico. Para Rothbard, la soberanía solo reside legítimamente en el individuo. Si un individuo o un grupo minoritario es forzado a someterse a las reglas o exacciones de una mayoría de la que desea separarse, esa coerción es indistinguible de la tiranía (Rothbard, 1973). Su defensa de que el derecho de secesión es la única forma de compatibilizar la democracia con la libertad y la justicia refuerza la idea de que la soberanía individual debe prevalecer sobre la colectiva. Los derechos liberales, en esta visión, son barreras absolutas.
5.3.- Debate Central: La Naturaleza de la Soberanía
El núcleo del debate reside en la naturaleza y residencia de la soberanía:
6.- El Mito: El Estado Mínimo como Incapacidad para la Justicia Social
La crítica de izquierda argumenta que la limitación estricta del Estado a las funciones de "vigilante nocturno" (Estado Gendarme o Minarquismo), tal como propone el liberalismo clásico y el libertarianismo, es una postura no solo políticamente inviable sino también socialmente irresponsable. Al despojar al Estado de la capacidad de redistribuir renta y riqueza, regular los mercados (para corregir fallas) o proveer bienes públicos esenciales (como educación, salud o seguridad social), el liberalismo supuestamente condena a la sociedad tanto a la ineficiencia económica (agravando las fallas de mercado) como a la injusticia social extrema. Desde esta perspectiva, el Estado Mínimo es funcionalmente equivalente a la anarquía para aquellos que no pueden acceder a bienes y servicios vitales a través del mercado.
6.1.- La Crítica Keynesiana y de la Justicia Distributiva: La Ineludible Necesidad de la Intervención
Los intelectuales de izquierda y los liberales igualitarios critican el concepto de Estado Mínimo por considerarlo inherentemente insuficiente para abordar los problemas de la sociedad moderna, especialmente la inestabilidad macroeconómica y la desigualdad.
6.1.1.- John Maynard Keynes y la Gestión de la Demanda Agregada
John Maynard Keynes, aunque no era un ideólogo socialista, formuló la crítica más poderosa al laissez-faire del liberalismo clásico. En su Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero (Keynes, 1936/2019), argumenta que "el principal defecto de la teoría económica del laissez-faire es su incapacidad para hacer frente a la inestabilidad y el desempleo masivo" (p. 379). Keynes demostró que los mercados no poseen mecanismos automáticos de ajuste rápido para garantizar el pleno empleo y la estabilidad macroeconómica. Por lo tanto, el Estado no puede limitarse a ser un vigilante; debe intervenir activamente a través de la política fiscal y monetaria para gestionar la demanda agregada (DA) y estabilizar el ciclo económico. La restricción liberal al gasto público es vista como una receta garantizada para las crisis cíclicas y la miseria social.
6.1.2.- John Rawls y la Prioridad de la Justicia Distributiva
John Rawls, en su fundamental Una Teoría de la Justicia (Rawls, 1971/2006), establece que una sociedad es justa no solo si protege las libertades básicas (Primer Principio), sino si sus instituciones logran una distribución equitativa a través de la aplicación del Principio de la Diferencia (Segundo Principio). Rawls (un liberal igualitario) postula que el Estado no puede ser Mínimo si busca la justicia. Debe ser lo suficientemente robusto y estar dotado de capacidad fiscal y regulatoria para redistribuir recursos y asegurar que las desigualdades económicas resultantes beneficien a los menos aventajados. La mera protección de la propiedad y los contratos es insuficiente e inmoral si no garantiza un mínimo social decente o la igualdad equitativa de oportunidades.
6.1.3.- Dani Rodrik y el Estado Compensador en la Globalización
Dani Rodrik, experto en economía política internacional, argumenta que la globalización económica no puede ser sostenible sin un Estado fuerte, no uno débil, para gestionar sus efectos distributivos adversos. En La Paradoja de la Globalización (Rodrik, 2011), sostiene que los mercados desregulados a nivel global generan inevitablemente ganadores y perdedores. Si el Estado está limitado (Minarquismo), carecerá de las herramientas (redistribución, seguro social, capacitación pública) para compensar a los perdedores, lo que conduce a una reacción populista y antiglobalización que amenaza la legitimidad social del mercado mismo. Un Estado Mínimo, lejos de ser óptimo, se vuelve políticamente insostenible en el contexto de una economía globalizada.
6.2.- La Defensa Liberal: El Imperativo Moral de la Limitación Estatal
Los liberales defienden el Estado Limitado (Minarquismo) no solo como una necesidad funcional para la eficiencia del mercado (al hacer cumplir los contratos), sino como un imperativo moral para preservar la libertad individual, argumentando que el crecimiento del Estado es la verdadera amenaza a la libertad y la prosperidad.
6.2.1.- Ludwig von Mises y la Destrucción del Cálculo Económico
Ludwig von Mises, desde la Escuela Austríaca, establece el Minarquismo como una necesidad funcional y moral. En La Acción Humana (Mises, 1949/2007), argumenta que la función única e indispensable del gobierno es la protección del individuo y de la propiedad (prevención de la agresión y el fraude), lo que hace posible el cálculo económico racional y la cooperación social. Cualquier expansión del Estado más allá de esta función (impuestos redistributivos, regulaciones extensivas) introduce la coerción en el intercambio voluntario. Para Mises, esta interferencia es una fuerza destructora de la prosperidad y un camino hacia el socialismo y la anulación de la libertad individual. El Estado es un medio, no un fin.
6.2.2.- Robert Nozick y la Teoría de los Derechos (Entitlement Theory)
Robert Nozick, en Anarquía, Estado y Utopía (Nozick, 1974/2013), proporciona la justificación moral más estricta para el Minarquismo. Argumenta que un Estado Mínimo, limitado estrictamente a las funciones de protección contra la fuerza, el robo, el fraude y el cumplimiento de contratos, es el único Estado que puede ser moralmente justificado. Desde su teoría de los derechos (entitlement theory), si los derechos individuales, especialmente la propiedad de uno mismo y de los bienes adquiridos justamente, son inviolables, cualquier Estado que tome recursos por la fuerza (impuestos coercitivos) para fines redistributivos o sociales más amplios está violando esos derechos y, por ende, es intrínsecamente ilegítimo. La redistribución es, para Nozick, una forma de esclavitud parcial.
6.2.3.- Milton Friedman y la Dispersión del Poder
Milton Friedman, el monetarista de la Escuela de Chicago, enfatizó en Capitalismo y Libertad (Friedman, 1962/2002) que "la dispersión del poder es la salvaguarda fundamental de la libertad, y la centralización del poder en manos del gobierno es su mayor amenaza" (p. 2). Friedman argumenta que la limitación constitucional y funcional del Estado es esencial para proteger la libertad política. Al mantener las funciones de provisión y control económico fuera de las manos del gobierno, el liberalismo asegura la existencia de un contrapeso al poder político, garantizando la competencia en el mercado de ideas y bienes. La crítica de la izquierda, según Friedman, confunde la limitación funcional del poder (liberalismo) con la ausencia total de poder (anarquismo).
6.3.- La Esencia del Minarquismo Liberal
El liberalismo clásico se posiciona firmemente en el Minarquismo, una doctrina de Estado estricta y constitucionalmente limitada, que es un polo opuesto tanto al Anarquismo (ausencia de coerción organizada) como al Estatismo Ilimitado (Estado de Bienestar o Socialismo).
El Liberalismo busca la Servidumbre del Estado: el Estado debe ser un agente de servicio cuya única función legítima es proteger los derechos individuales (libertad y propiedad), y no una entidad soberana con voluntad moral o fines redistributivos propios. La limitación no es un defecto, sino la esencia misma de su legitimidad y de la protección de la libertad.
La Crítica de Izquierda confunde la ausencia de capacidad redistributiva (lo que ven como un fallo moral del Estado) con la "desaparición" funcional del Estado. El liberalismo ve esta capacidad ampliada como la coerción ilegítima sobre los derechos individuales, el riesgo de tiranía y la destrucción de la eficiencia económica basada en la cooperación voluntaria.
7.- El Mito: El Neoliberalismo como Estrategia de Captura del Estado
La crítica de izquierda argumenta que el fenómeno etiquetado como "neoliberalismo" no representa un libre mercado genuino (laissez-faire), sino una estrategia política e ideológica altamente selectiva. Esta estrategia se centraría en desregular los sectores donde las grandes corporaciones ya poseen ventajas de escala o poder de monopolio (ej. finanzas, telecomunicaciones), mientras se mantienen o se crean regulaciones de barrera de entrada en otros. El resultado, sostienen, es un sistema híbrido y perverso: capitalismo para los pobres (competencia despiadada, salarios deprimidos) y socialismo para los ricos (rescates estatales, subsidios, protecciones). La esencia del mito es que el liberalismo es la ideología que legitima la colusión entre el poder económico y el poder político, haciendo de la búsqueda de rentas (rent-seeking) el verdadero motor del sistema.
7.1.- La Crítica Estructural: La Captura del Estado como Tendencia Inherente
Los intelectuales críticos sostienen que la concentración de poder económico, permitida y facilitada por el desmantelamiento de regulaciones bajo la égida neoliberal, conduce inevitablemente a la captura del Estado, independientemente de la retórica antiestatista liberal.
7.1.1.- Hyman Minsky y la Socialización del Riesgo
Hyman Minsky, en su teoría de la inestabilidad financiera (Minsky, 1986), argumenta que la inestabilidad es inherente al capitalismo y que esta se ve exacerbada por la desregulación financiera promovida por la política neoliberal. Dicha desregulación fomenta un aumento progresivo del apalancamiento y la especulación (hipótesis de inestabilidad financiera). Cuando la crisis se materializa (Momento Minsky), los actores financieros que han crecido lo suficiente para ser considerados "Too Big to Fail" exigen y obtienen la intervención y el rescate estatal (bailouts) a través de gasto público. Esto demuestra, para los críticos, que la promesa de libre mercado se desvanece tan pronto como el gran capital necesita protección, consolidando el poder de los crony y socializando sus pérdidas.
7.1.2.- Karl Polanyi y el Doble Movimiento
Karl Polanyi, en su obra cumbre La Gran Transformación (Polanyi, 1944/2001), sostiene que el proyecto de un "mercado autorregulado" (la utopía liberal del laissez-faire) es una ficción que históricamente requirió una intervención estatal masiva y coercitiva para crearse y mantenerse (ej. la Ley de Speenhamland y su derogación). Polanyi critica que el laissez-faire no fue un desarrollo natural, sino el resultado de una política estatal activa que, en la práctica, favoreció los intereses de la clase industrial y financiera. El "Doble Movimiento" describe cómo la expansión del mercado provoca una inevitable contramovida social que busca la protección estatal. La manipulación de este proceso a favor de las élites es lo que hoy se cataloga como crony capitalism.
7.1.3.- Ha-Joon Chang y el Doble Estándar del Libre Comercio
Ha-Joon Chang, experto en economía del desarrollo, argumenta que la ideología de libre mercado y desregulación, promovida por las naciones desarrolladas a través de organismos multilaterales, es un "cuento de hadas que solo los países ricos pueden permitirse contar después de que ya han usado el proteccionismo y los subsidios para volverse ricos" (Chang, 2011, p. 11). La crítica implica que el liberalismo es una tapadera ideológica para el interés mercantilista de las corporaciones globales. Estas corporaciones se benefician de la apertura de mercados en el Sur Global mientras conservan sus propios privilegios y rentas a través de la influencia política en sus países de origen, haciendo de la política comercial liberal un instrumento de dominación, no de competencia leal.
7.2.- La Defensa Liberal: La Antítesis del Capitalismo de Amigotes
Los pensadores liberales refutan enérgicamente esta identificación, argumentando que el Capitalismo de Amigotes (Crony Capitalism) es la antítesis y no el resultado del liberalismo, siendo la consecuencia inevitable de un Estado demasiado grande y con demasiado poder discrecional.
7.2.1.- Adam Smith y la Conspiración Mercantilista
Adam Smith no solo defendió el libre mercado en La Riqueza de las Naciones (Smith, 1776/2009), sino que fue un feroz crítico del Mercantilismo y de la tendencia natural de los comerciantes y fabricantes a conspirar para obtener privilegios (monopolios, aranceles). Su famosa advertencia, "La propuesta de toda nueva ley o regulación de comercio que provenga de esa clase [los comerciantes] debe ser siempre recibida... con la máxima precaución" (p. 267), subraya que el liberalismo de Smith es intrínsecamente anti-corporativo y anti-privilegio. Smith reconoció que los intereses creados buscarán la captura del Estado; por ello, la solución es limitar el poder estatal para que no haya privilegios que comprar.
7.2.2.- Murray Rothbard y la Solución Minarquista Radical
Murray Rothbard, analizando el fenómeno desde una perspectiva libertaria, argumenta que el crony capitalism es lo que ocurre cuando el Estado tiene el poder de distribuir privilegios (subvenciones, licencias, rescates), y las empresas tienen los recursos para comprar esos privilegios (Rothbard, 1973). La solución no es la regulación -que solo crea más oportunidades de captura- sino la eliminación del poder discrecional del Estado. Si el Estado se adhiere al Minarquismo y no tiene nada que "vender" o conceder, las empresas no tendrán incentivos para gastar recursos en la búsqueda de rentas (rent-seeking). Para Rothbard, el capitalismo de amigotes es, por definición, una falla de gobierno, magnificada por el intervencionismo.
7.2.3.- Friedrich A. von Hayek y el Estado de Derecho como Barrera
Friedrich A. von Hayek sostiene que la corrupción y el cronyism florecen en un sistema donde las decisiones gubernamentales son discrecionales y particulares (ej. conceder un subsidio o una licencia específica a un individuo). En La Constitución de la Libertad (Hayek, 1960/2011), argumenta que "El factor decisivo que determina si una democracia funcionará bien es la medida en que la regla de la ley limita la discreción de los políticos para conceder favores" (p. 205). El liberalismo exige el Estado de Derecho (Rule of Law), donde el gobierno solo aplica reglas generales, abstractas e iguales para todos. Esta es la única defensa efectiva contra la creación de privilegios y, por ende, contra el capitalismo de amigotes.
7.3.- La Falacia de Falsa Equivalencia
La crítica que confunde el liberalismo con el Capitalismo de Amigotes incurre en una falacia de falsa equivalencia.
La respuesta liberal es clara y contundente: el Capitalismo de Amigotes no es el resultado, sino la consecuencia inevitable y corrupta del intervencionismo, ya que el poder discrecional del Estado crea un incentivo ineludible para su captura por parte de intereses privados.
4.- Sección III: Eficiencia Económica y Justicia Distributiva (Refutando la Explotación)
8.- El Mito: La Necesidad de la Intervención para Corregir el Laissez-Faire
La crítica al liberalismo económico se ha sofisticado al centrarse en el concepto de fallas de mercado. Se argumenta que el liberalismo, al propugnar el laissez-faire (la no intervención estatal), ignora la evidencia microeconómica de que las actividades económicas privadas generan a menudo una divergencia sistemática entre los costos privados y los costos sociales. Sin una intervención estatal activa (impuestos, regulaciones o prohibiciones), el mercado opera bajo un incentivo perverso que lleva a la sobreproducción de bienes con externalidades negativas (ej. contaminación) y la subproducción de bienes con externalidades positivas (ej. investigación básica). Esta ineficiencia, conocida como falla de mercado, demanda la corrección mediante la coerción estatal para alinear los intereses individuales con el bienestar social.
8.1.- El Enfoque Neoclásico Intervencionista: La Corrección del Precio Social
Economistas de la tradición neoclásica y keynesiana sostienen que la única solución viable y escalable para las externalidades es la intervención estatal para internalizar los costos en el mecanismo de precios.
8.1.1.- Arthur C. Pigou y la Solución del Impuesto Pigouviano
Arthur C. Pigou formalizó el concepto moderno de externalidades en La Economía del Bienestar (Pigou, 1920/2017). Argumenta que la divergencia entre el producto marginal privado y el producto marginal social requiere que el Estado aplique un Impuesto Pigouviano (o un subsidio) que sea igual al valor del daño marginal (o beneficio marginal) causado por la actividad. Su famosa propuesta es que "Cuando una inversión en una dirección produce beneficios que no pueden ser completamente apropiados por el inversor, debe ser asistida, y cuando impone costos no compensados a otros, debe ser cargada" (Pigou, 1920/2017, p. 172). Para Pigou, la inacción liberal constituye una aceptación de la ineficiencia de Pareto al permitir que el costo de la actividad recaiga sobre terceros inocentes. El impuesto tiene el objetivo de alinear los incentivos privados con el óptimo social.
8.1.2.- Paul Samuelson y la Generalización de las Fallas de Mercado
Paul Samuelson, a través de su influyente manual de economía, popularizó la lista de fallos de mercado (externalidades, bienes públicos, información imperfecta) como la justificación principal para la intervención estatal (Samuelson, 1948). Sostiene que "La mano invisible a menudo funciona mal, especialmente en la presencia de bienes públicos y externalidades ambientales". La contaminación o la sobreexplotación de recursos comunes (Tragedia de los Comunes) son pruebas irrefutables de que la búsqueda sin restricciones del interés individual conduce al deterioro social. Desde esta óptica, el liberalismo, al rechazar la regulación, se aferra a un modelo neoclásico idealizado que no describe la realidad de las economías modernas.
8.1.3.- Joseph Stiglitz y la Asimetría de la Información
Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía, amplía y radicaliza la lista de fallos más allá del enfoque Pigouviano. Argumenta que las fallas de mercado "no son raras; son generalizadas" (Stiglitz, 2010). Su trabajo sobre la asimetría de la información y el riesgo moral (Stiglitz, 2002) demuestra que, debido a la complejidad inherente de las transacciones modernas, el supuesto de información perfecta es una falacia. Por lo tanto, la presunción liberal de laissez-faire es indefendible. El Estado debe actuar no solo para corregir fallas visibles, sino para crear mercados eficientes mediante la regulación que fomente la transparencia informativa y la mitigación del riesgo moral, demostrando que la solución liberal de la no intervención es una falacia por composición.
8.2.- La Defensa Liberal: Derechos de Propiedad y el Marco Legal
Los pensadores liberales y libertarios no niegan la existencia de interacciones externas (externalidades), sino que refutan que la única o mejor solución sea la coerción estatal, proponiendo soluciones basadas en el derecho de daños (Tort Law) y la claridad en la definición de derechos de propiedad.
8.2.1.- Ronald Coase y el Costo de Transacción
Ronald Coase, en su seminal artículo El Problema del Costo Social (Coase, 1960), refutó la premisa de Pigou sobre la necesidad de impuestos. Coase demostró que las externalidades surgen fundamentalmente de derechos de propiedad mal definidos (o inexistentes). Postuló el Teorema de Coase: si los costos de transacción son lo suficientemente bajos, el problema de la externalidad se puede resolver mediante la negociación privada entre el contaminador y el afectado, independientemente de quién posea el derecho inicial. La propuesta liberal es que, en lugar de un Impuesto Pigouviano (que requiere un burócrata omnisciente para calcular con precisión el daño marginal social), la solución eficiente es un marco legal robusto que defina los derechos y permita la negociación descentralizada y la acción judicial por daños. El mercado puede, en efecto, resolver la externalidad si el marco legal es correcto.
8.2.2.- Murray Rothbard y la Reducción a la Agresión (Leyes de Daños)
Murray Rothbard, un exponente del liberalismo libertario (Anarcocapitalismo), lleva el argumento a una postura iusnaturalista radical. Rechaza el concepto ambiguo de "externalidad" como una falla de mercado y lo reformula como un acto de agresión o invasión (Rothbard, 1970). Si la contaminación, el ruido excesivo o la vibración dañan la propiedad de otro, debe ser tratado como un delito civil o penal (infracción al Principio de No Agresión). La solución no es la regulación estatal de la economía, sino la aplicación estricta de las leyes de propiedad y responsabilidad civil (Tort Law) para forzar al contaminador a indemnizar (internalizar el costo) el daño causado a la víctima. El liberalismo legal considera que la falta de aplicación de este derecho es la verdadera falla del Estado, no del mercado.
8.2.3.- James M. Buchanan y la Falla de Gobierno (Government Failure)
James M. Buchanan, de la Escuela de la Elección Pública, atacó la "falacia del político benevolente" implícita en la teoría de la falla de mercado. Critica la visión ingenua de la izquierda de que el gobierno es un "ángel" que corrige desinteresadamente las fallas de mercado (Buchanan & Tullock, 1962/2004). Buchanan argumenta que los políticos y burócratas, al igual que los agentes privados, persiguen su interés propio. La intervención estatal para corregir externalidades puede generar "fallas de gobierno" aún más costosas y dañinas (como la captura regulatoria, la ineficiencia burocrática o la búsqueda de rentas) que el fallo original de mercado. El liberalismo prefiere la solución descentralizada y legal, que evita la concentración de poder coercitivo y sus inevitables consecuencias negativas.
8.3.- El Debate: Coerción Centralizada vs. Derecho Descentralizado
El debate sobre las externalidades no se centra en su existencia, sino en su causa fundamental y la mejor herramienta para abordarlas.
El Enfoque Liberal sostiene que la solución no es la intervención planificada de una autoridad supuestamente omnisciente (ignorando la falla de gobierno), sino la clarificación del marco legal para permitir que las partes privadas, a través de la responsabilidad civil y la negociación, internalicen los costos de la contaminación sin necesidad de coerción central.
9.- El Mito: La Inequidad Estructural como Consecuencia del Laissez-Faire
La crítica de izquierda más sofisticada sostiene que la libertad económica irrestricta (el laissez-faire) no es un sistema neutral, sino un motor que maximiza los rendimientos de los factores productivos más escasos (capital, tierra y talento especializado) a expensas del factor abundante (trabajo poco cualificado). Esta dinámica, argumentan, se ha visto exacerbada por la globalización financiera y la desregulación, garantizando que los beneficios del crecimiento se concentren en la cima. El resultado es una desigualdad de resultados que no solo es moralmente injusta, sino también económicamente inestable (debido a la insuficiencia de la demanda agregada o la inestabilidad financiera). Bajo esta óptica, la pobreza no es un fallo o una externalidad, sino un producto necesario para mantener bajos los costos laborales y maximizar la acumulación de capital.
9.1.- La Crítica Estructuralista y Distributiva: La Acumulación por Desposesión
Los pensadores de izquierda y los economistas estructuralistas critican el sistema liberal por priorizar una eficiencia económica estrecha (medida por el crecimiento del PIB) sobre la equidad distributiva.
9.1.1.- Thomas Piketty y la Riqueza Heredada (r > g)
Thomas Piketty utiliza una vasta evidencia histórica para argumentar que la desigualdad no es un accidente, sino una característica del capitalismo que debe ser contenida mediante la intervención política radical. En El Capital en el Siglo XXI (Piketty, 2014), su tesis central se basa en la desigualdad fundamental r > g, donde la tasa de rendimiento del capital (r) supera persistentemente la tasa de crecimiento del ingreso (g). Esta dinámica conduce inevitablemente a una concentración de la riqueza heredada (riqueza pasada) que supera con creces la riqueza generada por el trabajo (ingreso presente). El resultado es una desigualdad desestabilizadora y fundamentalmente antimeritocrática, que solo puede combatirse con políticas redistributivas a gran escala, como impuestos globales sobre el capital, ya que el laissez-faire es un mecanismo de retroalimentación de la desigualdad.
9.1.2.- Joseph Stiglitz y las Reglas del Juego Amañadas
Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía, enfatiza que la desigualdad no es el producto de leyes naturales de la economía, sino de decisiones políticas y políticas públicas (Stiglitz, 2012). En El Precio de la Desigualdad, critica la noción de que la desigualdad es un resultado natural de la eficiencia. Argumenta que la concentración de riqueza es consecuencia de "reglas del juego amañadas" (p. 23), promovidas por el establishment liberal y sus lobbies (desregulación financiera, debilidad sindical, políticas fiscales regresivas). Stiglitz reformula la pobreza no como una falta de generación de riqueza, sino como una distribución injusta de la riqueza generada, donde el sistema liberal premia la renta no ganada (rent seeking) por encima de la producción y el trabajo.
9.1.3.- David Harvey y la Acumulación por Desposesión
David Harvey, desde la geografía y la teoría marxista (Harvey, 2003), ofrece una crítica más radical al neoliberalismo (la forma moderna del liberalismo según la izquierda). Argumenta que en épocas de crisis, el capital recurre a mecanismos "extraeconómicos" para asegurar nuevas esferas de acumulación. Este proceso, que denomina Acumulación por Desposesión, incluye la privatización de bienes públicos, la mercantilización de servicios sociales, la erosión de derechos laborales y la especulación financiera, todo lo cual sirve para transferir riqueza de los pobres a los ricos. La pobreza y la desigualdad no son meros subproductos del laissez-faire, sino mecanismos activos del proceso de acumulación de capital.
9.2.- La Defensa Liberal: Crecimiento, Justicia Procesal y Mérito
Los pensadores liberales defienden el marco de la libertad económica y los derechos de propiedad como el motor esencial de la reducción de la pobreza y como el único sistema que respeta la justicia en las adquisiciones individuales.
9.2.1.- Deirdre McCloskey y el Gran Enriquecimiento Burgués
Deirdre McCloskey, en su trilogía La Era Burguesa (McCloskey, 2010), desafía la tesis de la acumulación de capital y la explotación como fuentes de riqueza. Argumenta que el espectacular aumento de la riqueza global (el Gran Enriquecimiento) desde 1800 se debió a un cambio en la ética y la retórica social, pasando de despreciar el comercio a valorar la "dignidad burguesa" (innovación, comercio, mercado). El liberalismo no generó pobreza, sino la innovación técnica y social (la máquina de vapor, la organización de la producción) que ha sacado a miles de millones de personas de la pobreza extrema. Las estructuras económicas preliberales, basadas en la coerción y la extracción, nunca lograron un enriquecimiento masivo, demostrando que la libertad económica es la fuerza más potente contra la pobreza.
9.2.2.- Robert Nozick y la Justicia Procesal (Entitlement Theory)
Robert Nozick, en Anarquía, Estado y Utopía (Nozick, 1974/2013), defiende una visión de la justicia que se centra en los procedimientos, no en los resultados. Su teoría de los derechos (entitlement theory) postula que si las reglas básicas del juego (justicia en la adquisición inicial y justicia en la transferencia voluntaria) son respetadas, el patrón de resultados (la desigualdad que surja) es inherentemente justo, sin importar su forma. Nozick critica la búsqueda de la igualdad de resultados (patrones) como una violación de la libertad, ya que requiere una interferencia continua y coercitiva en la vida de las personas, anulando la justicia de las transacciones voluntarias previas (el famoso ejemplo de Wilt Chamberlain). La desigualdad, en este marco, es el precio justo de la libertad.
9.2.3.- Milton Friedman y la Destrucción de Incentivos
Milton Friedman sostiene que la sociedad libre (capitalista liberal) es, en realidad, un sistema que promueve la igualdad de oportunidades, mientras que la búsqueda de la igualdad de resultados destruye ambas (Friedman, 1962/2002). El capitalismo, al ser un sistema impersonal basado en la elección y el mérito, ofrece a cualquier individuo la oportunidad de prosperar. Advierte que la búsqueda coercitiva de la igualdad de resultados (redistribución masiva) destruye los incentivos económicos necesarios para la creación de riqueza y requiere una concentración masiva de poder político que inevitablemente conduce a la pérdida de libertad y, paradójicamente, a la pérdida de la eficiencia necesaria para generar los recursos que sacan a la gente de la pobreza.
9.3.- El Debate Clave: Igualdad de Derechos vs. Igualdad de Resultados
El debate se reduce a la distinción normativa entre la igualdad de resultados y la igualdad de derechos y oportunidades.
La Defensa Liberal argumenta que el enfoque debe estar en el crecimiento económico total (aumento del tamaño de la torta) generado por el liberalismo, que es la única fuerza histórica que ha demostrado ser capaz de sacar de la pobreza a la inmensa mayoría de la población mundial, un resultado que la priorización de la igualdad de resultados no puede garantizar sin comprometer la libertad y la prosperidad.
10.- El Mito: La Debilidad Militar y la Pérdida de Soberanía Cultural
La crítica de izquierda sostiene que la primacía liberal del comercio y la interdependencia como motores de la paz debilita la voluntad de defensa nacional y la capacidad estatal de acción. Además, el globalismo liberal es denunciado como un proyecto de homogeneización cultural y económica, impulsado por las corporaciones y las instituciones financieras internacionales (FMI, OMC, Banco Mundial). Esta sumisión globalista no solo destruye la soberanía económica del Estado para proteger a su ciudadanía (mediante políticas industriales o aranceles), sino que también erosiona las identidades locales y la virtud cívica en favor de una cultura de consumo universal y materialista.
10.1.- La Crítica Marxista y Estructural: El Globalismo como Imperialismo
Los intelectuales críticos, desde el marxismo y la teoría del sistema-mundo, ven la globalización liberal no como una etapa de paz, sino como una nueva forma de imperialismo económico y el pacifismo comercial como una rendición ideológica.
10.1.1.- Vladimir Lenin y la Fase Superior del Capitalismo
Vladimir Lenin argumenta que el libre comercio y la expansión capitalista (liberal) no conducen a la paz, sino que intensifican la competencia económica y militar. En El Imperialismo, Fase Superior del Capitalismo (Lenin, 1917/2012), postula que el "imperialismo es la fase superior del capitalismo" (p. 11), caracterizada por el dominio de los monopolios y el capital financiero. Esta etapa obliga a las potencias capitalistas a expandirse territorial y económicamente, lo que conduce a una inevitable lucha de suma cero entre naciones por el control de mercados, recursos y esferas de influencia. El globalismo liberal es, por tanto, una forma encubierta y potencialmente violenta de dominación internacional, que desmiente la promesa liberal de paz.
10.1.2.- Immanuel Wallerstein y la Jerarquía del Sistema-Mundo
Immanuel Wallerstein, en su teoría del sistema-mundo (Wallerstein, 1974/2004), sostiene que la estructura global del libre mercado, lejos de ser una interacción igualitaria, es un sistema jerárquico que crea una división estructural entre el centro, la semiperiferia y la periferia. Argumenta que el liberalismo es la ideología del "centro" (las potencias occidentales) y funciona como un mecanismo para extraer valor de la periferia a través de intercambio desigual, la imposición de deuda y la manipulación de los términos de intercambio. El globalismo es el mecanismo que perpetúa esta dependencia estructural, debilitando la soberanía real de los Estados periféricos al obligarlos a adoptar políticas de apertura.
10.1.3.- Noam Chomsky y la Transferencia de Poder
Noam Chomsky critica la globalización neoliberal como una transferencia de poder de las instituciones democráticas (gobiernos nacionales, susceptibles de ser controlados por los ciudadanos) a las corporaciones y élites financieras globales (irresponsables ante el público). En Profit Over People (Chomsky, 1999), argumenta que el libre movimiento de capitales y la desregulación socavan la capacidad de los Estados-nación de proteger a su propia población, erosionando los derechos laborales y sociales. La soberanía nacional se convierte así en un concepto vacío, siendo el Estado reducido a un mero instrumento de las élites transnacionales.
10.2.- La Defensa Liberal: Paz por Comercio y el Principio de No-Agresión
Los pensadores liberales defienden el pacifismo basado en el comercio como la única vía sostenible y moralmente justificada para la paz y ven el globalismo como la extensión lógica de los derechos individuales a escala internacional.
10.2.1.- Richard Cobden y la Paz Democrática Liberal
Richard Cobden, líder del movimiento librecambista británico (Escuela de Manchester), defendió la Teoría de la Paz Democrática Liberal basada en la interdependencia comercial. Cobden postuló que el "libre comercio es el gran panacea, que opera por la destrucción del principio de la guerra y mantiene unido al mundo en la paz eterna" (Cobden, 1849). El argumento económico es que la interdependencia económica genera cadenas de valor mutuamente dependientes, lo que hace que la guerra sea prohibitivamente costosa al destruir los beneficios del intercambio para ambas partes. Por lo tanto, el libre comercio reduce drásticamente el incentivo para la agresión imperialista y el militarismo.
10.2.2.- Ludwig von Mises y el Nacionalismo Económico como Causa de Guerra
Ludwig von Mises argumenta que las guerras modernas son la consecuencia lógica del intervencionismo y el proteccionismo (nacionalismo económico). En Liberalismo (Mises, 1927/2011), establece que el "nacionalismo económico y el belicismo son inseparables" (p. 25). Cuando un Estado interfiere en la economía para favorecer a sus productores (aranceles, control de fronteras, políticas de beggar-thy-neighbor), transforma la competencia pacífica del mercado en una lucha de suma cero por recursos y mercados, lo que conduce inexorablemente al conflicto militar. El globalismo liberal (libre comercio, libre inversión y migración) es el único sistema verdaderamente pacifista porque es un sistema de suma positiva a escala universal.
10.2.3.- Ayn Rand y el Principio de No-Agresión
Ayn Rand, en Capitalismo: El Ideal Desconocido (Rand, 1967/1986), establece el Principio de la No-Agresión como fundamento de la política exterior liberal. Sostiene que una sociedad libre "no tiene autoridad para iniciar el uso de la fuerza" (p. 37). La única función moral del gobierno es la protección de los derechos individuales de sus ciudadanos. El Estado solo está legitimado para iniciar la guerra en respuesta defensiva a una agresión que amenace esos derechos. Rand rechaza cualquier guerra de agresión, colonización o imposición ideológica, negando así la base moral del imperialismo y del militarismo rampante.
10.3.- Conclusión: Cooperación Voluntaria vs. Coerción Geopolítica
El liberalismo se defiende como la filosofía de la cooperación voluntaria a escala global y del uso estrictamente limitado de la fuerza.
5.- Conclusión
El análisis detallado de las objeciones al liberalismo revela que estas no constituyen refutaciones a la teoría económica del libre mercado, sino racionalizaciones para la concentración de poder político. Hemos demostrado que el mito de la "ley de la selva" es una inversión de la realidad: es la intervención estatal discrecional, y no el mercado, la que institucionaliza la coerción y el privilegio.
La evidencia teórica y empírica sugiere que los intentos de corregir supuestas imperfecciones humanas o de mercado mediante la ingeniería social (Keynes, Rawls, Stiglitz) ignoran las limitaciones cognitivas de los planificadores y los incentivos perversos del sistema político. Lejos de disolver la sociedad o la virtud cívica, el liberalismo, entendido como el respeto irrestricto al proyecto de vida del prójimo y la propiedad privada, se confirma como el único sistema capaz de gestionar la complejidad social sin recurrir a la violencia sistemática.
En última instancia, la dicotomía no es entre orden y caos, sino entre el orden espontáneo nacido de la libertad y el orden impuesto por la autoridad. La insistencia en los mitos aquí refutados solo sirve para perpetuar sistemas que, bajo la promesa de igualdad, erosionan la única fuente comprobada de prosperidad y dignidad humana: la libertad individual.
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