El cerebro también produce insulina… y esto cambia todo lo que creíamos saber

23.06.2025

Durante décadas, se enseñó que la insulina solo se produce en el páncreas, y que su función principal es regular el metabolismo de la glucosa en tejidos periféricos como el hígado, el músculo y el tejido adiposo. Sin embargo, nuevos estudios han sacudido esta creencia.

Un creciente cuerpo de evidencia sugiere que el cerebro también produce insulina. Esta revelación está redefiniendo nuestro entendimiento del metabolismo cerebral, el apetito y hasta de trastornos como la obesidad, la diabetes tipo 2 y las enfermedades neurodegenerativas.

La frase "el cerebro también produce insulina" no es solo un hallazgo curioso; podría significar un cambio de paradigma en neurociencia, endocrinología y medicina preventiva.

Un descubrimiento inesperado: insulina producida por el cerebro

Durante mucho tiempo, se pensó que la insulina en el cerebro provenía exclusivamente del páncreas, cruzando la barrera hematoencefálica mediante un sistema de transporte saturable. Pero en 1978, el equipo de Havrankova identificó insulina en el tejido cerebral en concentraciones hasta 100 veces superiores a las del plasma, en ciertas regiones del cerebro.

Posteriormente, investigaciones confirmaron que neuronas de zonas como el hipocampo, el bulbo olfatorio, la corteza cerebral y el hipotálamo expresan el gen Ins2, responsable de codificar la insulina (Lee et al., 2020). Esto demostró que el cerebro no solo recibe insulina: también puede producirla.

Este hallazgo abrió nuevas preguntas: ¿para qué necesita el cerebro su propia insulina? ¿Tiene funciones distintas a las periféricas? Y, sobre todo, ¿qué pasa cuando este sistema se altera?

Insulina cerebral y control del apetito: una nueva ruta metabólica

Uno de los hallazgos más sorprendentes proviene de un estudio publicado en Molecular Metabolism, donde se demostró que neuronas del complejo vagal dorsal (DVC) del tronco encefálico también expresan insulina. Estas neuronas fueron activadas mediante técnicas optogenéticas, lo que provocó un aumento inmediato del apetito.

Curiosamente, esta hiperfagia inducida desaparecía al bloquear los receptores de insulina en el cerebro, lo que demuestra que era la propia insulina cerebral la responsable del efecto. Además, cuando estas neuronas se silenciaban genéticamente, los ratones con dietas hipercalóricas comían menos, aunque sin perder peso, probablemente por cambios compensatorios en el metabolismo basal.

Este estudio muestra que la insulina cerebral no replica necesariamente los efectos periféricos. Mientras que la insulina pancreática reduce el apetito, la insulina producida en ciertas regiones cerebrales puede aumentarlo. ¡Una paradoja fascinante que podría explicar por qué algunos tratamientos contra la obesidad no funcionan como se espera!

El plexo coroideo: una fuente olvidada de insulina

Otro descubrimiento clave vino del estudio publicado en Cell Reports, que identificó al plexo coroideo como una fuente importante de insulina en el sistema nervioso central. Mediante manipulación genética viral, se logró aumentar o reducir la producción de insulina en estas células epiteliales que recubren los ventrículos cerebrales.

El resultado fue revelador: el aumento de insulina en el plexo coroideo redujo el apetito y la ansiedad en los ratones, mientras que su supresión tuvo el efecto contrario. Además, la insulina secretada desde esta estructura modificó la actividad de las neuronas hipotalámicas, especialmente en regiones asociadas con la regulación del hambre.

Este hallazgo indica que el sistema ventricular cerebral no es solo un canal pasivo de líquido cefalorraquídeo, sino una estructura endocrina activa que puede modular funciones cerebrales complejas.

Insulina en el hipotálamo: más allá del metabolismo

La insulina también se ha detectado en el hipotálamo, específicamente en el núcleo paraventricular (PVN), donde regula la producción de la hormona del crecimiento (GH) en la glándula pituitaria (Lee et al., 2020). En condiciones normales y de estrés, la insulina hipotalámica modula los niveles de GH y, por lo tanto, influye en el crecimiento corporal y el metabolismo.

Cuando se inhibe la producción de insulina en el PVN, se reduce la secreción de GH, lo que afecta el crecimiento en animales jóvenes. Por el contrario, su sobreexpresión previene el retraso del crecimiento inducido por el estrés crónico.

Esto sugiere que la insulina cerebral también podría tener funciones neuroendocrinas, actuando como modulador de otros ejes hormonales más allá del control del apetito o la glucosa.

Mecanismos independientes de la insulina periférica

Aunque la insulina puede cruzar la barrera hematoencefálica, los niveles de insulina detectados en el cerebro varían ampliamente entre regiones y no siempre coinciden con las concentraciones plasmáticas. Esto apoya la idea de una producción local.

Además, el cerebro posee receptores de insulina que activan vías de señalización como PI3K/Akt y MAPK, vinculadas no solo al metabolismo, sino también al aprendizaje, la memoria, y la plasticidad sináptica (Banks et al., 2012).

Por tanto, hablar de "diabetes tipo 3" (resistencia cerebral a la insulina) ya no parece una hipótesis lejana, sino una línea de investigación que podría revolucionar el tratamiento de enfermedades como el Alzheimer.

Conclusión

La evidencia es clara: el cerebro también produce insulina. Este hallazgo cambia de manera fundamental nuestra comprensión de la fisiología cerebral y del metabolismo en general. La insulina cerebral no solo influye en el apetito, sino también en el comportamiento, el crecimiento, el aprendizaje y el estado de ánimo.

Estos descubrimientos abren nuevas puertas para tratar enfermedades como la obesidad, la diabetes, los trastornos de ansiedad y las enfermedades neurodegenerativas desde una perspectiva completamente distinta.

Comprender la producción y acción de la insulina cerebral no es solo una curiosidad científica: podría ser una de las claves más importantes para la medicina del futuro.

Info: Comunidad Biológica