El día en que los extraterrestres se aburrieron del universo

31.10.2025

Un astrofísico de la NASA plantea que las civilizaciones cósmicas podrían haber llegado a su límite tecnológico y, tras milenios de exploración, simplemente haber apagado sus antenas.

Desde hace medio siglo, la humanidad escucha el espacio esperando una señal. Pero ¿y si del otro lado ya nadie tuviera nada que decir? Crédito: DALL•E 3.
Desde hace medio siglo, la humanidad escucha el espacio esperando una señal. Pero ¿y si del otro lado ya nadie tuviera nada que decir? Crédito: DALL•E 3.

Radiotelescopios de todo el mundo siguen buscando señales del espacio. Un nuevo estudio propone que las civilizaciones extraterrestres podrían haber dejado de emitirlas hace mucho. Crédito: DALL·E 3. Desde hace medio siglo, la humanidad escucha el espacio esperando una señal. Pero ¿y si del otro lado ya nadie tuviera nada que decir? Crédito: DALL·E 3.

Durante siglos, la pregunta fue casi un credo: ¿estamos solos en el universo? Desde Galileo hasta Elon Musk, la curiosidad humana miró al cielo buscando señales, luces, códigos, algo. Sin embargo, el espacio sigue en silencio. Ninguna transmisión, ningún rastro inequívoco de vida inteligente. Y eso —justamente eso— está empezando a resultar sospechoso. Un nuevo estudio propone una respuesta menos épica, pero más humana: los extraterrestres podrían haberse aburrido.

La hipótesis fue desarrollada por Robin Corbet, astrofísico e investigador principal del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA y profesor en la Universidad de Maryland, Condado de Baltimore (UMBC). Su trabajo se titula "Extraterrestres radicalmente mundanos: una propuesta modesta para la paradoja de Fermi" y fue publicado recientemente en la revista Acta Astronáutica, una de las publicaciones más reconocidas en el ámbito de la exploración espacial.

En el artículo, el científico propone un principio que denomina "mundanidad radical". La idea rompe con las versiones más cinematográficas de los alienígenas —esas que imaginan civilizaciones capaces de manipular agujeros negros o viajar a velocidades superiores a la de la luz— y sugiere algo mucho más cercano: civilizaciones inteligentes, sí, pero con una tecnología apenas un poco más avanzada que la humana.

"La idea es que sean más avanzados, pero no demasiado avanzados. Es como tener un iPhone 42 en lugar de un iPhone 17", explica el documento. Y sugiere que esa diferencia "moderada" en desarrollo tecnológico haría más probable que esas civilizaciones no dispongan de los recursos necesarios para mantener durante millones de años una búsqueda activa de otras formas de vida.

Cuando la curiosidad cósmica se apaga

El modelo que propone el investigador ofrece una lectura despojada de épica sobre el "gran silencio" que tanto desconcierta a los astrofísicos. Si existen civilizaciones con una capacidad tecnológica parecida a la humana —sin control sobre la materia oscura, la energía oscura o nuevas leyes físicas—, tarde o temprano se toparían con los mismos límites: recursos finitos, cansancio, aburrimiento o simple falta de incentivos para seguir explorando.

En ese punto, las misiones interplanetarias o las transmisiones interestelares podrían haberse vuelto un lujo insostenible. "Tras siglos o milenios de exploración, incluso una civilización avanzada podría perder el interés y dejar de mirar hacia afuera", sostiene el trabajo.

La propuesta, aunque celebrada por su originalidad, despertó reparos entre la comunidad científica. Algunos especialistas consideran que el modelo proyecta en el cosmos una apatía demasiado humana, difícil de sostener como rasgo universal de toda forma de vida inteligente. Otros, en cambio, sugieren que las civilizaciones más evolucionadas podrían haber trascendido sus cuerpos biológicos, convirtiéndose en entidades digitales imposibles de detectar con nuestras herramientas actuales.

También hay quienes creen que la respuesta podría estar más cerca de lo que parece. Algunos investigadores del programa Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre (SETI) consideran que ciertos fenómenos aéreos no identificados podrían esconder rastros de tecnologías no humanas, aunque advierten que todavía no existe evidencia concluyente.

Corbet sostiene que su propuesta no busca quitarle misterio al cosmos, sino devolverle coherencia. "Tal vez el universo sea mucho más ordinario de lo que pensamos —escribe en su paper—. Y si así fuera, el contacto con otras civilizaciones podría no ser tan impresionante como imaginamos". En esa mundanidad, dice, podría esconderse la verdadera respuesta al silencio cósmico: un universo donde las civilizaciones no desaparecen por guerras estelares ni por catástrofes, sino porque, como cualquier especie inteligente, pierden el entusiasmo.

Con todo, quizás el universo no calla porque no haya nadie ahí afuera, sino porque, del otro lado, ya nadie tiene ganas de hablar.

Info: María Ximena Perez