El exorcismo más espeluznante cumple 70 años

24.12.2018

Los hechos que inspiraron -El Exorcista- ocurrieron en Washington envueltos en una niebla misteriosa

Han pasado setenta años y la casa sigue en pie. Sobre un pequeño césped muy cuidado, cuatro escalones llevan a un porche cuyas columnas sostienen un tejado de color pizarra. Un ventanal asoma en el primer piso, con unas cortinas blancas medio bajadas. Nadie sospecharía hoy que en enero de 1949 tras estas paredes del número 3807 de la avenida 40 de la localidad de Cottage City, a las afueras de Washington, Ronald Edwin Hunkeler padeció un profundo cambio de conducta que convenció a su familia de que estaba poseído e inspiraría el libro y la película más célebres del género de terror.

Quienes realizaron aquel exorcismo han muerto hace tiempo. Uno de los jesuitas, sin embargo, recogió sus impresiones en un diario de 24 páginas oculto durante décadas. Bajo el título de -Estudio de Padres Jesuitas-, narra hechos supuestamente acontecidos entre el 15 de enero y el 18 de abril de 1949. Asegura que el niño, al que se refiere con el pseudónimo de Roland Doe, jugaba a ouija con su tía Harriet, quien murió el 26 de enero por complicaciones de esclerosis múltiple.

La familia asegura que desde antes incluso de la muerte de la tía oyó arañazos y golpes bajo el suelo. El niño fue llevado ante un pastor luterano, que le atendió en su parroquia y dijo haber escuchado también arañazos y golpes, además de ver una cama y una silla moverse sin motivo aparente. A partir del 26 de febrero, la piel del niño comenzó a mostrar arañazos y este se volvió mucho más violento. Fue llevado al hospital de la Universidad de Georgetown, donde fue examinado pero no se le encontró dolencia alguna.

La primera semana de marzo de 1949 su familia se trasladó a Misuri. Aunque eran protestantes luteranos, se pusieron en manos de curas católicos porque su pastor les dijo que eran los que mejor trataban casos de posesión. El rito duró un mes, y durante los rezos el niño se mostró más y más violento: habló en latín, insultó a los curas e hirió a uno de ellos con un muelle que se había soltado de una cama. Finalmente, el 18 de abril, en el hospital de los Hermanos Alexianos de San Luis, el niño volvió a la normalidad. "Se ha ido", dijo, tras gritar el nombre de "Satán" varias veces.

Del diario donde figura relato se hicieron solo cinco copias. Una quedó a recaudo del hospital psiquiátrico de Santa Isabel en Washington y acabó en manos del padre Eugene B. Gallagher. En otoño de 1949 este religioso impartió una asignatura sobre el Nuevo Testamento en la universidad de Georgetown, en la que estudiaba William Petter Blatty, entonces aspirante a escritor.

Al explicar los exorcismos de Jesucristo descritos en los evangelios sinópticos, Gallagher hizo referencia al caso del pequeño Hunkeler. Varios alumnos habían oído hablar de él, porque el 20 de agosto de aquel mismo año el diario The Washington Post había publicado en un lugar destacado de su portada la siguiente noticia: "En lo que es una de las experiencias más destacadas de su naturaleza en la reciente historia religiosa, un niño de 14 años ha sido liberado de una posesión del diablo por un cura católico, según informaron ayer fuentes católicas".

Blatty le pidió el diario al padre Gallagher, que se negó a dárselo. Finalmente, el joven estudiante se enteró de que quien había realizado el ritual era el padre Bowdern, a quien le escribió contándole sus planes de escribir un libro sobre el asunto. El cardenal Joseph Ritter, arzobispo de San Luís, se lo denegó. El padre Bowdern, fallecido en 1983, le respondió con estas noticias a Blatty, y en la carta le dijo: "Creo que esto ayudaría a mucha gente si se supiera. Pero me es imposible. Puedo decirte, sin embargo, una cosa. Aquel caso era real. No me cupo ninguna duda entonces. No me cabe duda ahora".

Hombre de fe, Blatty acabó sus estudios y se mudó a Beirut, donde conoció a Gerald Lankester Harding, quien hasta 1956 había sido director del Departamento de Antigüedades de Jordania. Harding era un veterano en las excavaciones en Tierra Santa y en 1948 había encontrado los Rollos del Mar Muerto, que contenían manuscritos del Antiguo Testamento de 2.000 años de antigüedad y en los que hay varios salmos para el exorcismo.

De vuelta a EE.UU., Blatty se dedicó con relativo éxito a la ficción cómica y a los guiones. La semilla de -El Exorcista, sin embargo, estaba en su interior, y fue creciendo con lecturas y entrevistas a lo largo de los años 60. "Mientras escribía la novela, pensaba que era una historia de detectives sobrenatural con tintes de suspense y un trasfondo teológico. Nunca quise asustar a nadie", diría.

Aunque no llegó a leer el diario del exorcismo del niño Hunkeler, Blatty mantuvo el contacto con el padre Bowdern, y le consultó sobre ritos y detalles. Ante la insistencia de éste, aceptó cambiar el nombre, la edad, el sexo y la localización del hecho real. La víctima de la posesión sería la niña Reagan McNeill, de 12 años, quien viviría en Georgetown. Comenzaría la novela con las excavaciones en Irak de otro protagonista: el padre Lankester Merrin, en realidad una versión ficticia de Harding. El diablo en cuestión sería Pazuzu, que en la mitología sumeria es rey de los demonios del viento.

La novela fue un completo fracaso de crítica y un rotundo éxito de ventas. La revista Time dijo de ella que era "un pastiche pretencioso, insípido, abominablemente escrito, redundante, repleto de teología superficial, psicología de cómic, diálogos de nivel bajo y escatología de nivel todavía inferior". Estuvo en la lista de libros más vendidos de The New York Times 57 semanas seguidas, 17 de ellas en el primer puesto.

Warner Brothers inmediatamente se interesó por la película. Antes de morir en 2017, Blatty contó una extraña historia de cómo el director creativo del estudio, John Calley, aceptó adaptar -El Exorcista- al cine. "John estaba leyendo la novela por la noche en la cama. Estaba sólo en casa y le entró miedo. Le indicó a su perro que subiera a la cama. El perro se negó. Tuvo que forcejear con él para que subiera. El perro hasta clavó las uñas en el parqué. Al final consiguió que subiera. El libro estaba en la cama y Calley me dijo que cuando lo tocó, estaba ardiendo".

Blatty era un maestro de la fábula. Supo darle a su obra un halo mítico con pequeñas anécdotas como la del perro y tuvo el acierto de localizar la novela en lugares reales en Washington, como las famosas escaleras del final de la novela en la calle Prospect, que hoy son lugar de peregrinaje para los amantes del cine de terror.

Cuando Warner le compró los derechos de la novela, Blatty puso la condición de hacer el guión y tener el control creativo del largometraje junto al director, William Friedkin. Inesperadamente, entre 1971, año de publicación de la novela, y 1973, año en que se estrenó el film, por fin pudo leer el famoso manuscrito.

Según recordó en una entrevista: "Tras publicar el libro, atrasé todo lo que pude el guion porque me entró el miedo de que sería incapaz de hacerlo. Un buen día me llegó un sobre marrón, grande. Lo abrí y dentro encontré una carta de un monje del hospital de los Hermanos Alexianos en San Luís. Me decía que había encontrado el manuscrito en la mesilla de noche de un hermano que acababa de morir. Había leído mi novela y pensó que me interesaría".

Junto a la carta, encontró una fotocopia del célebre diario, cuyos detalles incluyó en el guión, por el que obtuvo un Óscar.