Estrés: Así daña a nuestro cerebro
Las grandes tensiones generan el desarrollo de enfermedades mentales y pérdidas de memoria
El estrés consiste en una reacción que tiene la mente como consecuencia de un rendimiento superior al normal, y puede generar alteraciones tanto físicas como mentales. No se trata de una enfermedad, pero cuando se alarga en el tiempo puede dañar gravemente la salud.
Existen dos tipos de estrés: agudo y crónico. El estrés agudo es el que más personas sufren y se produce como consecuencia de nuestras propias exigencias o las de los demás. Puede ser positivo si se dosifica, pero en grandes porciones puede resultar muy perjudicial.
El estrés crónico se dará en situaciones en las que no hay momentos de relajación y el estado de alerta es continuo. Es el tipo más grave y provocará graves daños psicológicos. En muchas ocasiones la persona que lo padece no será consciente de que lo sufre puesto que se ha acostumbrado a vivir con ello.
El cerebro detectará una amenaza y será el organismo quien se encargará de hacerla frente e intentarla superar. Por ello, el cerebro es uno de los grandes perjudicados en estas situaciones. El estrés matará neuronas, lo cual afectará a la memoria, dificultará las tareas de aprendizaje y reducirá la capacidad de concentración.
El tamaño del cerebro y su estructura se pueden ver modificados como consecuencia del estrés. También se pueden generar problemas mentales. Así, es probable que se den situaciones de ansiedad, que varíe el estado de ánimo y aparezcan estados depresivos.
Consecuencias del estrés en el organismo
El estrés puede provocar graves daños en diversas partes del cuerpo y afectar a la mayoría de los sistemas del organismo. El sistema digestivo es uno de los más perjudicados y síntomas como el dolor de estómago, la diarrea o los vómitos son frecuentes. Una pérdida del control de la respiración puede generar sucesos de falta de aire.
El sistema inmunológico del organismo también puede verse afectado, lo cual facilitará la aparición de gripes o alergias. La caída de pelo, la aparición de acné o la reducción de deseo sexual son otros problemas que es probable que se desarrollen por el estrés.