La gente renuncia debido a sus malos jefes, no a su trabajo
Un mal jefe afecta tu estado de ánimo y pone en riesgo tu salud. Identifica a tiempo los comportamientos de esta persona y toma la mejor decisión para ti.

Renunciar a un trabajo no es una decisión sencilla, pues todas las personas tienen gastos diarios que deben asumir. Sin embargo, hay casos en los que la situación se torna insostenible y es fundamental dar un paso al costado para no poner en riesgo la estabilidad emocional.
En el último tiempo se ha encontrado que existen múltiples casos en los que la gente ama a su profesión, la empresa en la que está y el salario. No obstante, tienen jefes que hacen que el ambiente se torne pesado y difícil de habitar con tranquilidad.
Debido a ello, un estudio de Accenture reveló que hoy en día el motivo principal por el que renuncian los empleados es por sus malos jefes. Esto, ya que sienten que no los valoran, no tiene un empoderamiento positivo, generan chismes y afectan las emociones.
Asimismo, otro análisis llevado a cabo por Gallup reveló que hasta el 75% de la población analizada llegó a renunciar a causa de la relación con sus jefes directos. Pues, solo se encargaban de emitir palabras negativas que herían a las personas y estancaban los objetivos.
De tal modo, se ha comprobado que muchas personas prefieren ir a un trabajo en el que les pagan menos, pero les permite encontrar estabilidad. Esto ya que aparte de realizar sus funciones, les brindan todas las herramientas para evolucionar, sentir emociones positivas y experimentar vivencias enriquecedoras.
Las consecuencias de los malos jefes
Un mal jefe intimida a sus trabajadores y no les demuestra empatía. A causa de ello, los hace sentir estancados, sin energía y sin emoción para disfrutar al menos un instante de la jornada.
De tal modo, los empleados viven en un constante estado de estrés y agotamiento mental. Razón por la que en el futuro pueden comenzar a sufrir de ansiedad o depresión porque a lo largo del día viven tristes, frustrados y sin confianza.
Además, el estrés también puede afectar la salud cardiovascular de los trabajadores. Pues, la presión arterial se incrementa de manera irregular y el corazón puede palpitar a un ritmo muy intenso.
Por otro lado, la persona también se puede llegar a ver mal a nivel físico. Esto debido a que el desgaste del día a día les afecta el sueño, los hace lucir cansados, les hace sentir mareo y les causa fuertes contracturas musculares.
Adicional a esto, la persona tiene comportamientos agresivos de manera involuntaria. De esa manera, puede terminar afectando sus relaciones familiares y sociales.

Características de un mal jefe
Los malos jefes son arrogantes, por lo tanto siempre amenazan a los trabajadores y los regañan con palabras humillantes. Además, las correcciones no las realizan en privado, sino que gritan en frente de toda la empresa para sentirse más poderosos y generar más temor.
Los malos jefes no comunican con claridad sus ideas y cambian las planificaciones sobre la marcha. Aparte de ello, cuando algo sale mal se desligan de toda responsabilidad, señalan culpables y generan discordia entre todo el equipo.
El mal jefe nunca reconoce los logros de sus trabajadores, pues solo aparecen cuando tienen que recalcar un error. Debido a ello, lo que causan es que la gente se sienta poco valorada y no se anime a proponer nuevas ideas.
Asimismo, creen que sus ideas son las únicas válidas y no permiten que haya consenso. De tal modo, son capaces de aumentar el tiempo laboral solo para hacer cumplir las obligaciones a su modo.
Por último, no les preocupa lo que sientan o necesiten sus trabajadores. Por esa razón, incumplen las promesas y se desentienden del bienestar de los demás.
Dejar un mal trabajo a tiempo es fundamental
Cuando una persona comienza a sentir que su estado de ánimo está comprometido y que nunca siente paz con su jefe, es ideal contemplar la idea de renunciar. De esa manera, se previenen a tiempo los inconvenientes de salud a nivel mental y físico.
El bienestar de las personas es lo más importante y no se compra por ningún valor. Por eso, debe ser el primer aspecto que se ponga en la balanza al momento de tomar cualquier decisión relevante.