La teoría del 'hijo suave': ¿puede un peluche despertar el amor materno?

28.09.2022

Un experimento con macacos demuestra que las madres desarrollaron apegos fuertes y duraderos a juguetes blandos como sustitutos de sus crías perdidas

La hembra de macaco Ve sostiene un peluche poco después de perder a su cría Margaret S. Livingstone
La hembra de macaco Ve sostiene un peluche poco después de perder a su cría Margaret S. Livingstone

En unos famosos experimentos con macacos realizados a finales de los años 60, el psicólogo estadounidense Harry Harlow demostró la importancia del tacto en el apego infantil. El investigador separó a varias crías de sus madres nada más nacer. Después, les presentó dos sustitutas, una creada con alambre y con un biberón, y otra de felpa pero sin alimento. Los bebés prefirieron claramente la de felpa, cómoda, caliente y suave, y solo se acercaban a la que daba leche cuando querían comer. Esta teoría, conocida como la de la 'madre suave' influyó en los modelos de crianza en años posteriores, de forma que los padres se animan a abrazar y sostener en brazos a sus hijos reiteradamente. No hacerlo sería considerado cruel.

Ahora, un nuevo estudio con la misma especie de monos sugiere que el tacto también es un importante desencadenante del amor materno. Estos experimentos, llevados a cabo por Margaret S. Livingstone, de la Facultad de Medicina de Harvard, muestran que las madres que han perdido a sus crías también pueden formar vínculos fuertes y duraderos con objetos inanimados suaves, como peluches. Los resultados, publicados en la revista 'Proceedings of the National Academy of Science' (PNAS), sugieren que el tacto suave "puede ser calmante, terapéutico, tal vez incluso psicológicamente necesario, a lo largo de la toda la vida, no solo en los bebés".

La primera observación de Livingston fue una hembra rhesus de 8 años llamada Ve. Su cría nació muerta. Los cuidadores anestesiaron ligeramente a la madre para retirarle el pequeño cadáver que sostenía contra su pecho. Cuando se despertó unos minutos después, mostró "signos significativos de angustia": vocalizaba en voz alta y buscaba algo alrededor del recinto. Otros monos alojados en el mismo lugar también se agitaron. La investigadora colocó en la estancia un muñeco, un ratón suave y peludo de unos 15 cm de longitud, sin cara ni ojos para evitar el peligro de asfixia.

La hembra recogió el peluche inmediatamente y lo sostuvo contra su pecho. Dejó de chillar y se calmó. Toda la sala quedó en silencio. Llevó el muñeco encima durante más de una semana, sin signos de angustia. Según Livingstone, durante ese tiempo Ve se comportó como lo haría cualquier otra madre. Incluso se mostró agresiva con otros monos o con los cuidadores si se acercaban, un comportamiento defensivo característico de las hembras con crías. Unos diez días después del parto fallido descartó el peluche sin problemas. Un año después dio a luz y crio con éxito a un segundo bebé.

Efecto calmante

En total, Livingstone ofreció peluches a cinco hembras diferentes justo después de ocho nacimientos en los que las crías fueron retiradas. Tres de ellas (Ve, Sv y B2) recogieron y llevaron el juguete desde alrededor de una semana a varios meses. En algunas ocasiones el peluche incluso se deshizo. Las otras dos (Ug y Sa) no mostraron interés en los juguetes ni ninguna angustia después de la anestesia.

Además, las hembras prefirieron 'adoptar' juguetes blandos en vez de rígidos de tamaños similares. Un peludo orangután rojizo fue escogido y llevado durante meses. Estos peluches coincidían con un bebé macaco normal en tamaño, color, textura y forma tosca, pero no poseían olor, vocalización, movimiento, agarre ni succión.

Curiosamente, a la mona B2 se le quiso devolver su cría viva seis horas después del parto porque tenía problemas para expulsar la placenta y la lactancia podía ayudarla, pero ella la ignoró. El apego al muñeco que había sostenido durante ese tiempo era más grande que la atracción por su propio hijo que se contoneaba y chillaba.

Para la investigadora, estas observaciones indican que en el posparto de los macacos el impulso de apego materno también puede satisfacerse sosteniendo un objeto inanimado blando. "El efecto calmante del juguete en el mono fue enorme, y usar tales sustitutos puede ser una técnica útil para aliviar el estrés asociado con la muerte infantil o la retirada de la cría en primates en cautiverio", señala.

Aunque la neurobióloga experta en primates reconoce que no hay manera de saber hasta qué punto estas observaciones se refieren al vínculo materno humano, cree que el tacto suave puede ser calmante y muy beneficioso a lo largo de toda la vida.

Los resultados también indican que los lazos de apego, incluso aquellos que parecen estar basados en cualidades complejas, únicas o sofisticadas, en realidad pueden estar provocados por simples señales sensoriales.