Lang: “Si no pones sonido y sangre, no es música”

15.09.2020

El pianista chino, uno de los más relevantes de la actualidad, presenta su grabación de las "Variaciones Goldberg" de Bach

Uno de los pianistas más mediáticos del panorama internacional, el chino Lang (Shenyang, China, 1982), acaba de presentar nuevo disco, dedicado a las "Variaciones Goldberg" de Bach. A menudo cuestionado por su excesiva tendencia a la mercadotecnia, ha decidido abordar una obra maestra del repertorio barroco que está en las antípodas de los fuegos artificiales a los que tiene acostumbrado a su público. Eso sí, lo hace sin renunciar a la imagen. El disco incluye dos grabaciones: una de estudio y otra en directo, hecha al lado mismo de la tumba de Bach en Leipzig.

¿Qué aporta de nuevo su versión de las Goldberg?

He tocado esta obra durante más de veinte años y siempre he querido grabarla. Me preocupaba que tuviese el nivel que yo deseaba, ya que mi repertorio es el romántico y esta obra es barroca. Por eso exploré otras composiciones antes, para ir encontrando mi manera de interpretar a Bach al piano: las «Partitas», el "Concierto Italiano"... También busqué asesoramiento en Andreas Staier [clavecinista que grabó una aclamada versión de la obra con un instrumento de época] para entender el estilo en profundidad. A partir de ahí, desarrollé mi versión, pensando en la manera de hacer música en el barroco, pero también con una visión personal y emotiva. Yo necesito ser emocional. En cualquier música tienes que poner sonido y sangre. Si no pones sonido y sangre, para mí no es música.

¿Cómo se logra el equilibro entre la delicada ornamentación barroca y el rubato romántico?

Hay grandes intérpretes del Barroco, como el director Nikolaus Harnoncourt o la cantante Cecilia Bartoli, que tienen una mente muy libre, con bonitos rubatos, pero no excesivos. Tienes que saber lo lejos que quieres ir y dónde tienes que parar. El público de Bach era una iglesia llena de gente que tenía que cantar, de modo que seguro que él también le ponía pasión a la música.

En el campo de la música antigua, ¿se están sacralizando los criterios históricos por encima de los musicales?

No lo creo. Simplemente con los instrumentos antiguos tocas diferente. Por ejemplo, en el clavicémbalo de dos teclados, que es para el que Bach escribió las Goldberg, necesitas hacer ornamentaciones para conectar las notas, porque su sonido es muy seco. Eso con el piano no pasa. En cambio, aquellos clavicémbalos disponen de registros que permiten cambiar totalmente el color del sonido que emiten, y eso no lo tenemos en el piano. Para adaptar esto al piano, tenemos que comprender la manera de pensar del compositor. He hecho muchos experimentos con instrumentos de música antigua china...

¿Perdón? ¿Estudió la música tradicional de su país para entender mejor a Bach?

Obviamente, la música tradicional china no está escrita para el piano, sino para unos instrumentos completamente diferentes. He trabajado mucho para conseguir en el piano efectos similares. Ese trabajo de adaptación me ha servido mucho, porque en el fondo es el mismo que hay que hacer para adaptar al piano la música la música de Bach y la música antigua europea para teclado. Cuando entiendes este proceso, lo maduras y digieres, entonces entiendes aspectos como el del rubato, y algo te dice dónde tiene que ir y dónde no, y hasta dónde puedes llegar.

¿Está preocupado por cómo responderá su público ante un repertorio tan diferente al habitual?

En absoluto. Las Goldberg son parte del gran arte, y cualquiera a quien le guste la música puede apreciar las obras más importantes de la literatura para piano. No estoy preocupado, me siento honrado por hacer que personas que no han escuchado antes Bach amen su obra.

Pero es más fácil que te aplaudan tras tocar, por ejemplo, la "Campanella" de Liszt, una obra de lucimiento virtuosístico, que después de una hora y cuarto de "Variaciones Goldberg".

Bach fue un virtuoso de su tiempo. En su música para órgano demuestra que tenía una gran técnica en sus manos, pero sus pies volaban a la misma velocidad, es algo que parece imposible. Liszt también era un virtuoso, y en los últimos años acabó siendo sacerdote. De alguna manera, Bach y Liszt se acabaron encontrando al final de sus vidas -suelta una carcajada-. Pero muy al final, ¿eh?

En los últimos años usted ha sufrido problemas de salud que lo obligaron a dejar los escenarios un tiempo. ¿Son estas Goldberg el fruto de ese tiempo de parón?

Realmente no, porque la decisión de grabarlas ya estaba tomada tres años antes de la inflamación de mi brazo. Pero el tiempo de reflexión me ayudó a entender aún mejor el dolor en la música. El sufrimiento, la oscuridad de los malos tiempos. Quizás eso me haga tocar mejor, pero este era mi plan igualmente.

Hablando de malos tiempos, ¿cómo ha repercutido la pandemia en su agenda?

Lo ha cambiado todo. Es un año muy difícil para todos, y especialmente para los que vivimos de ofrecer conciertos, ya que muchos se han cancelado. Al mismo tiempo, hemos tenido que replantearnos cosas sobre nuestras vidas. En la música, hacemos más actividades a través de internet... Espero que podamos volver pronto a lo que llamábamos normalidad.

¿Qué pensó cuando oyó a Donald Trump hablando del «virus chino» para referirse a la Covid-19?

Es muy triste. Tengo grandes amigos en América, y mi fundación tiene la sede ahí. Espero que esta actitud, esta respuesta visceral, desaparezca pronto, porque no ayuda.