Los reporteros gazatíes no mueren por accidente, sino por estrategia
El ejército israelí usa la Inteligencia Artificial para seleccionar sus blancos, entre los que están los informadores que permanecen en la franja de Gaza

Resulta muy complicado hacerse a la idea. ¿Cómo es posible que un ejército que presume de ser el más moral y a la vez el más tecnológico del mundo cometa tantos errores? La secuencia del bombardeo del hospital gazatí de Nasser, grabada en vídeo, deja pocas dudas: primero, Israel dispara contra el edificio. Minutos después, cuando llegan los servicios de rescate y los reporteros, un segundo misil (los expertos aseguran que es un Spike) los mata con precisión letal. En argot militar se llama "double tap". Es una secuencia conocida y repetida una y otra vez por las Fuerzas Armadas de Israel contra objetivos palestinos. Organizaciones y periodistas han documentado patrones similares en múltiples episodios. En derecho internacional tiene un nombre: "Crimen de guerra".
La muerte de periodistas en Gaza no parece un accidente, sino una estrategia. Los datos son fríos pero reveladores: es el conflicto con más reporteros fallecidos (asesinados) desde la Segunda Guerra Mundial, por encima de Irak (150), Vietnam (63) o Afganistán (65) o Siria (134), con una escandalosa lista de más de 190 informadores. Lo mismo podría decirse de los hospitales: Israel ha atacado 34 de los 36 centros médicos de la franja.
La cifra de muertos es consecuente con la política desplegada por Israel en Gaza: no dejar testigos. Eso se consigue de dos maneras: la primera es impidiendo la entrada a la prensa internacional a la franja, cosa que el gobierno de Benjamin Netanyahu lleva haciendo desde que comenzó esta operación tras los atentados de Hamas. La segunda es eliminar a los periodistas gazatíes que aún trabajan en su interior. En sus canales nacionales de televisión, la población israelí no emite ni una imagen de lo que hacen sus soldados sobre el terreno, ya que son cortes grabados por palestinos, precisamente los que acaban muriendo después.
Una diana
En los últimos años, los reporteros se han convertido en objetivo de muchos ejércitos y milicias de todo el planeta. La palabra "press" en un chaleco antibalas o un casco ya no te protege, sino que pone una diana sobre ti. En ningún lugar, ni siquiera en la Ucrania actual, donde Vladimir Putin se ha aficionado a bombardear hoteles de periodistas (Hotel Park en Járkiv, hotel Reikartz en Zaporiyia, hotel Druzhba en Pokrovsk, hotel Sapphire en Kramatorsk... ), los reporteros están sometidos a esa lotería macabra en la que tienen todos los números para el sorteo.
Las explicaciones de los portavoces de las Fuerzas Armadas de Israel siempre suelen apuntar al mismo argumento para este tipo de bombardeos: "Son terroristas de Hamas". Si alguien cuestiona desde fuera esa lógica, entonces es irremediablemente "un antisemita", aunque cabría aclarar que también los palestinos son puramente semitas. La realidad de estos reporteros asesinados es que son profesionales bien conocidos, acreditados, muchos de ellos en nómina de los grandes medios y agencias internacionales, como Associated Press, Reuters, France Press o Al Jazeera, que realizan un trabajo en condiciones de enorme dureza y precariedad, pero siempre señalizados como reporteros con su leyenda "press" bien visible, como marcan las leyes de la guerra.
El ejército de Israel está reduciendo a cenizas la franja con una brutalidad que recuerda a la de Rusia en Mariupol o Grozni, o a la de los aliados con la ciudad alemana de Dresde en la Segunda Guerra Mundial, con cifras de muertos que se cuentan por decenas de miles y un 83% de ellos civiles según datos filtrados del propio ejército de Israel. A la gran mayoría los ha matado con bombas de gran tonelaje, lanzadas por cazabombarderos incluso a campos de refugiados, como el de Jabalia el 31 de octubre de 2024 o Al Mawasi este mismo verano. La hambruna inducida hace el resto.

Matar con Inteligencia Artificial
Sin embargo, el ejército de Israel usa otros sistemas mucho más precisos para cazar a personas con nombres y apellidos, y que lo mismo sirven para los terroristas más buscados de Hamas que para determinados civiles como los reporteros. Bombarderos precisos como la que mató al equipo completo de Al Jazeera (cinco profesionales) cerca del hospital Al Shifa de la Ciudad de Gaza hace tan solo dos semanas ponen de manifiesto que Israel puede usar el martillo y el bisturí al mismo tiempo.
Aquí entra la capa tecnológica. Investigaciones periodísticas (por ejemplo, +972 Magazine, The Guardian, Le Monde) describen sistemas de apoyo algorítmico como "The Gospel" (El evangelio) para generar rápidamente blancos a partir de bases de datos históricas, inteligencia y redes sociales; "Lavender" para el marcado masivo de sospechosos; y utilidades como "Where's Daddy?" para localizar objetivos en movimiento. De unos 50 blancos al año, el ejército de Israel ha pasado a centenares diarios. Las IDF rechazan estas acusaciones y aseguran que son herramientas de apoyo, con revisión humana y asesoría legal en cada ataque, pero el escandaloso número de las eufemísticas "víctimas colaterales" quita credibilidad a esa explicación.
En la fase final, herramientas tipo "Fire Factory" calculan cargas, secuencias y asignan plataformas —dron, cazabombardero, misiles— para ejecutar el golpe. Según esas investigaciones, la intervención humana puede reducirse a la autorización; según la versión oficial, el humano permanece en el ciclo y la proporcionalidad se evalúa caso a caso.
El gobierno de Netanyahu no solo tiene un problema con Hamas, también lo tiene con la verdad.
Info: Alberto Rojas – El Mundo