“Tacto remoto”: ¿de qué se trata la capacidad humana que permite encontrar objetos sin verlos?

05.12.2025

Un equipo inglés descubrió que las personas tienen la facultad de hallar "tesoros" enterrados en la arena. Ello podría tener aplicaciones en el diseño de sensores robóticos.

El tacto remoto es similar a algunas formas de exploración que tienen las aves marinas (imagen: tn.com.ar)
El tacto remoto es similar a algunas formas de exploración que tienen las aves marinas (imagen: tn.com.ar)

¿Quién no ha soñado con desenterrar algún tesoro escondido? Poder percibir, de alguna manera, objetos misteriosos que permanecen escondidos debajo de la arena. Un grupo de investigadores de la Universidad Queen Mary de Londres reportaron que las personas son capaces de detectar la presencia de objetos enterrados con solo tocar la arena. Quienes formaron parte de este particular experimento encontraron objetos que estaban enterrados a siete centímetros de profundidad y esto lo lograron gracias a tocar levemente la superficie de la arena. Según los resultados presentados en la International Conference on Development and Learning celebrada en la República Checa, los seres humanos poseen una especie de "tacto remoto". La base de esta capacidad podría aplicarse en la generación de sensores de robots de última generación. Informe donde trataremos de exploran las implicancias de este curioso hallazgo.

La posibilidad de percibir la presencia de objetos enterrados sin verlos es más real de lo que se piensa, al menos cuando están ocultos en la arena. El estudio, liderado por Zhengqi Chen del Departamento de Robótica Avanzada de la Universidad Queen Mary, evaluó el tacto remoto de doce voluntarios de entre 18 y 26 años. En concreto, se les pidió rascar suavemente la superficie de la arena con la yema de los dedos. El objetivo era detectar la presencia de un cubo de cinco centímetros de lado que estaba enterrado.

Para asegurar que todos los participantes se movieran con la misma velocidad e hicieran la misma presión, se les indicó seguir el parpadeo de una luz LED. Así, la yema de los dedos se deslizaba a una velocidad de dos centímetros por segundo. Luego de rascar la superficie de la arena, el 70 por ciento de los voluntarios fue capaz de hallar el tesoro, incluso cuando el pequeño cubo estaba enterrado a siete centímetros de profundidad.

El tacto remoto es una idea conocida en el reino animal. Algunas aves marinas se valen de este sexto sentido para detectar presas ocultas debajo de la arena. Lo hacen mediante pequeñas vibraciones y gracias a estructuras especializadas que se encuentran en el pico. Se trata, en síntesis, de una adaptación evolutiva que facilita la búsqueda de alimento.

Una inspiración para robots

Los investigadores ingleses plantearon una posible aplicación del tacto remoto en robots. Poder identificar artefactos enterrados sería de gran utilidad para encontrar restos arqueológicos, por ejemplo; o bien, sería importante contar con un brazo robótico para explorar zonas de baja visibilidad como el fondo del mar. Con esto en mente, realizaron otros ensayos.

Valiéndose de un brazo robótico, lo equiparon con un extremo táctil con celdas sensoriales que eran capaces de medir fuerzas y vibraciones locales. El robot replicó los movimientos que habían realizado los seres humanos, con la misma velocidad y la misma dirección. La arena inspeccionada podía contener o no un cubo enterrado. Durante el barrido se registraron microvibraciones que se relacionaban con la presencia del objeto enterrado. Se analizaron tres aspectos esenciales: distancia de detección, cantidad de aciertos (por presencia o ausencia del objeto) y falsos positivos (afirmar la presencia del cubo cuando este no estaba enterrado).

El robot fue capaz de detectar objetos enterrados a distancias similares a las que detectaron los humanos: siete centímetros. Sin embargo, la precisión fue mucho menor: solo acertaron cuatro de cada diez intentos.

Más allá de las diferencias entre humanos y robots, el tacto remoto permite a las nuevas tecnologías inspirarse en cómo las personas perciben el mundo para llegar, incluso, donde la vista no alcanza.

Info: Nadia Chiaramoni – Agencia de Noticias Científicas