Un estudio revela que los cabezazos en el fútbol dañan el cerebro incluso sin provocar conmoción
El fútbol es el deporte más practicado del mundo y millones de personas lo juegan de manera recreativa o profesional. Una acción común en este deporte es el cabezazo, utilizado para controlar, pasar o rematar la pelota. Aunque parece inofensivo, la ciencia empieza a mostrar lo contrario.

Durante décadas, las investigaciones se enfocaron en las conmociones cerebrales como principal riesgo de los deportes de contacto.
Sin embargo, estudios recientes advierten que incluso golpes menores y repetitivos, como los cabezazos en el fútbol, pueden dañar el cerebro. Estos daños son silenciosos y a menudo pasan desapercibidos.
El hallazgo más preocupante es que estos impactos repetidos no solo alteran la estructura cerebral, sino que también afectan funciones cognitivas como la memoria y el aprendizaje verbal. Según un nuevo estudio, el daño ocurre, aunque no se produzca una conmoción diagnosticada.
Cabezazos en el fútbol y el cerebro
Los investigadores analizaron a más de 350 jugadores de fútbol amateur de entre 18 y 55 años en Nueva York. Mediante resonancias magnéticas avanzadas, descubrieron que los cabezazos frecuentes afectan la interfase entre la sustancia gris y blanca del cerebro. Este punto de unión es especialmente vulnerable a los impactos.
La región orbitofrontal resultó ser la más afectada. Esta zona está ubicada en la parte frontal inferior del cerebro, muy cerca de la trayectoria natural de la pelota durante un cabezazo.
El estudio encontró que la microestructura de esta región se altera incluso en jugadores sin antecedentes de conmoción.
El análisis también reveló que, a mayor número de cabezazos en un año, mayor era la alteración en estas conexiones neuronales. Esto refuerza la idea de un daño progresivo, que se acumula con el tiempo y que no depende necesariamente de un traumatismo evidente.

Fútbol y riesgos de golpes en la cabeza
El estudio publicado en JAMA Network explica que los jugadores con más cabezazos presentaban peor desempeño en pruebas de memoria verbal inmediata. En particular, mostraron más dificultades en recordar listas de palabras, una habilidad clave en el aprendizaje.
Los investigadores plantean que el daño en la región orbitofrontal interfiere en funciones ejecutivas, planificación y atención, lo que repercute en la capacidad de aprender y recordar.
Aunque estos cambios no siempre generan síntomas clínicos inmediatos, podrían aumentar el riesgo de problemas cognitivos a largo plazo.
Estos hallazgos se suman a la creciente evidencia que asocia los impactos repetitivos en la cabeza con enfermedades neurodegenerativas, como la encefalopatía traumática crónica. Sin embargo, los daños iniciales pueden pasar desapercibidos durante años.
Evidencia científica reciente
El equipo de investigación utilizó un modelo estadístico que relacionó el número de cabezazos anuales con cambios microscópicos en la sustancia blanca. Encontraron que, incluso después de ajustar por edad, sexo y antecedentes de conmoción, la asociación se mantenía fuerte y significativa.
De manera interesante, el daño no se observó en todas las regiones cerebrales. Fue la zona orbitofrontal la que mostró una mayor vulnerabilidad. Esto concuerda con modelos biomecánicos que predicen que esa área recibe mayor tensión durante el impacto de la pelota.
Además, los resultados sugieren que la alteración de la sustancia blanca funciona como mediadora: es decir, explica por qué los cabezazos afectan la memoria. En otras palabras, el daño estructural observado en la resonancia es el puente entre los golpes y el bajo rendimiento en pruebas cognitivas.
Conclusiones
El estudio concluye que los cabezazos en el fútbol representan un riesgo real para la salud cerebral, incluso sin conmoción. Los daños en la interfase gris-blanca del cerebro se acumulan y afectan la memoria verbal inmediata, con posibles consecuencias a largo plazo.
Este hallazgo es clave para el debate sobre la seguridad del fútbol, especialmente en jugadores jóvenes. Reconocer que los impactos repetitivos pueden ser dañinos abre la puerta a medidas preventivas, como limitar la práctica de cabezazos en entrenamientos o categorías infantiles.
La ciencia avanza en comprender los riesgos invisibles del fútbol. Aunque el deporte ofrece beneficios físicos y sociales incalculables, proteger la salud cerebral de los jugadores debe ser una prioridad ineludible.